Por John Acosta
La voz salió nítida,
potente: quebró de un tajo el silencio de la noche, ahogando, incluso, el
molesto zumbido de los zancudos. Era la primera vez que mis oídos de
adolescente escuchaban la fulguración que emanaba aquella garganta. La dicción,
por supuesto, aunque caribeña como la mía, era un poco más golpeada, muy digna
del sector geográfico donde se había desarrollado: la mía tenía la tonalidad
musical de la tierra de Francisco El Hombre; la de él, el impacto avallasador
de los habitantes ribereños del gran Magdalena. En todo caso, ahí estaba el
destello de sus palabras. Jairo lo
escuchaba con la sonrisa de quien sabe lo que viene porque siempre se hacía
acompañar de esas ocurrencias chistosas. Yo, en cambio, estaba a la expectativa.
Hasta que terminó el primer corte. Entonces, solté, intempestivamente, mi carcajada. Es que ese final me estremeció.
Ya había caído la noche. Las
oleadas de viento que pasaban no solo mitigaban el calor sino que, además,
aliviaban, por momentos, la angustia de los insistentes zancudos: por esos
instantes gloriosos, dejábamos de darnos palmadas en nuestros cuerpos tratando
de aniquilar el mosquito impertinente. Jairo sacó el casete de uno de los bolsillos
de su pantalón y me lo entregó. Miré la carátula: un señor de piel negra
mostraba su dentadura perfecta a través de una sonrisa; tenía un sombrero negro
y un bigote blanco. Esa imagen fija la vi, después, muchas veces en movimiento
por el canal regional Telecaribe.
-¿Qué, lo ponemos?- me dijo
Jairo, mientras se daba una palmada en la espalda.
-Bueno- asentí, no muy
convencido todavía.
Jairo sacó su grabadora de
la mochila de fique que aún colgaba de su hombro derecho y le puso las tres baterías nuevas que yo había comprado en
la tienda de tío Néstor. Metió el casete
y lo puso a sonar. Nunca he olvidado aquel primer corte.
El chiste era de un tipo que
llegó a comer a un restaurante en París, sin tener la menor idea del idioma francés.
El hombre escuchaba lo que decían los comensales de las mesas vecinas y le pareció que todas las palabras
hacían énfasis en la letra E. Entonces, llamó al mesero y le hizo el pedido en
español, pero cuidando que cada palabra
pronunciada terminara en una “e” tildada. Para su sorpresa, el mesero le trajo
exactamente lo que había pedido en su recién inventado francés. Feliz por haber
inventado la forma más sencilla de aprender la lengua del poeta, dramaturgo y
escritor Víctor Hugo, el comensal no tuvo otra forma de expresar su emoción que
contarle su hallazgo al camarero que lo atendió. “¿Cierté que la jugadé del
francé está en la E?”, le dijo. “Pa’ fregate, gran pendejo: agradecé que yo
también soy barranquillero o si no te hubieras muerto de hambre”, le respondió
el camarero.
Después de mi sonora
carcajada, escuché los otros chistes. Todos me parecieron buenos, pero en mi
memoria quedó para siempre el de “la jugadé del francé está en la E”. Yo estaba
cursando mi bachillerato en mi Casacará (Cesar) natal y Jairo era el celador de
las dos bodegas donde se almacenaban los bultos de semillas de algodón que
debían enviarse a fabricar aceite vegetal en Bogotá. Yo me iba para allá, a
mamar gallo con él (Haga click aquí para leer lo que significa la expresión "mamar gallo")|.
Después, me fui a continuar
estudios universitarios en la capital del país y, entre mi mamadera de gallo allá, aparecía con
mucha constancia la frase esa. Lo mismo en mi estancia en Pereira, en La Guajira,
en Codazzi, hasta que el destino tuvo la misericordia conmigo de llevarme a
vivir a Barranquilla. Me topé con la gente de “Cheverísimo” en la programación
de Telecaribe. Y ahí vi de nuevo al mismo señor de sombrero y de bigote blanco.
No volvió a echar el chiste ese, pero yo sigo repitiendo “la jugadé del francé
está en la E” cada vez que puedo.
Hoy me enteré de que Mingo
Martínez, el señor del sombrero negro y del bigote blanco, murió. Nunca tuve la
fortuna de tropezarme con él en alguno de los eventos que animaba con sus
chistes; mejor dicho, jamás lo vi personalmente. Pero, al saber la fatal
noticia, no pude evitar recordar la noche en que escuché, por primera vez, un
chiste suyo.
hola que pena me gustaria saber si puedo encontrar los chistes de mingo martinez en alguna pagina ..por que los he buscado por mucho tiempo pero nada que los encuentro ...si me puedes ayudar te agradezco mucho
ResponderBorrarHola, José. En esta página, puedes encontrar alguno de sus chistes: https://www.youtube.com/results?search_query=mingo+martinez+chistes
ResponderBorrarYo tengo ese casette era de mi padre en paz descanse y quiero pasarlo a digital para poder subirlo al You Tube, tiene ese chiste, el del señor obispo, la viuda, el barco pirata y otros pero no he podido conseguir que me lo conviertan antes de que se dañe mas(?) por que es tan viejo como yo 48 años...
ResponderBorrarHola, Ángel .Gracias por tu lectura. Por favor, cuando puedas subir los chistes de Mingo a YouTube, me envías el link para disfrutarlos de nuevo
BorrarYa pude convertir el cassette a digital y los acabo de subir a You Tube como MINGO MARTÍNEZ (PARTE 1) Y MINGO MARTÍNEZ (PARTE 2), te comparto aquí los links de las dos partes, disfruta de un viaje al pasado siéntete libre de compartir los enlaces aquí en tu página.
ResponderBorrarhttps://www.youtube.com/watch?v=lWCEdLmXSNI&t=1s
https://www.youtube.com/watch?v=7NCE20f9jbU&t=13s