Por John Acosta
Una mujer wayuu estaba colgando su ropa sobre la cerca de yotojoro del corral de chivos. Su marido afilaba el machete en la piedra especial que tenía debajo del palo de trupillo, sembrado en el frente del rancho. Una anciana gorda lavaba los platos sucios del desayuno, sentada en la mitad del patio. Tres niños correteaban a pleno sol una pollina por los alrededores de la ranchería.
Entonces, lo sintieron. La gallina que trataba de poner un huevo en el rincón de la sala abandonó su nido y se perdió cacareando entre los cardones y tunas del desierto. Los chivos aparecieron de todas partes y se metieron debajo de la enramada. Los perros ladraban con toda la fuerza de sus pulmones. La anciana derramó una ponchera de agua. A la mujer se le cayó una manta mojada. El hombre se incorporó con altivez.
-¡Es el tren!- gritaron los niños al tiempo.
Bastante habían oído hablar ellos del ferrocarril cuando los trabajadores tendían los rieles. Hasta vieron pasar las locomotoras hacia la mina. Sin embargo, los cogió por sorpresa. Como si fuera poco, iban dos máquinas juntas halando una cantidad de vagones llenos. Era, sin duda, un suceso digno de recordar.
El 26 de enero de 1984 comenzaron los trabajos para el embarque anticipado de carbón. En la mina, las obras comprendieron un sistema alterno a los silos, una planta trituradora y tres bandas transportadoras; en el puerto, un ramal del ferrocarril de dos kilómetros y medio, la zona para el almacenamiento del carbón y el sistema de bandas transportadoras.
El proceso
Los camiones de 154 toneladas llevaban el carbón por una vía de 5 kilómetros, desde las profundidades del tajo hasta la zona de cargue. Unos tractores inmensos apilaban el mineral hasta echarlo en la planta que, con una capacidad de trituración de 1.000 toneladas métricas por hora, enviaba el carbón a través de las bandas para el cargue directo de los trenes.
Eran las diez y media de la mañana. El tren llegó al puerto con 4.500 toneladas de carbón repartidas en sus 50 vagones. El recorrido duró tres horas. Ese primer viaje, realizado el 10 de enero de 1985, se descargó en dos etapas. Inicialmente, en medio de las miradas incrédulas de los curiosos que no prestaron atención al respetable sol de esa hora para no perderse de ese espectáculo sin precedentes. Se descargaron 25 vagones a un promedio de 2.500 toneladas por hora. Después, las dos locomotoras se devolvieron por los otros 25 que faltaban, los espectadores casuales tomaron fotos hasta que los dos tractores terminaron de apilar el carbón en el patio de almacenamiento.
El equipo ferroviario creció. A partir del 12 de marzo, se iniciaron las operaciones de transporte de carbón con un tren diario de 75 vagones. A una velocidad promedio de 46 kilómetros por hora, el tren efectuó alrededor de 350 viajes para la exportación anticipada.
El 23 de febrero de 1985, el entonces presidente de la República, Belisario Betancur, inauguró oficialmente la operación de embarque anticipado de carbón. Y el 11 de marzo del mismo año, la compañía danesa "Elsam", recibe las primeras 33.044 toneladas del mineral de la Zona Norte exportadas desde Puerto Bolívar.
En el puerto no habían ni los tres apiladores-recolectores que hoy existen ni el cargador lineal. Las bandas transportadoras llevaban el carbón hasta el muelle flotante, con una capacidad de 1.000 toneladas por hora. Allí, 5 barcazas tolvas, de 3.000 toneladas cada una, recibían el mineral para llevarlo hasta los buques. Dos barcazas-grúas cargaban los navíos.
Recogiendo los frutos
Ningún funcionario del puerto dejó de ver las maniobras que se llevaban a cabo. Todo era nuevo. Diferente. A la mente de los más antiguos llegaba el recuerdo de lo que había sido aquel lugar: extensiones de tierra invadidas por el cardón y la tuna; algunas rancherías regadas sin ninguna esperanza por el valle árido; luego, las dragas abriendo el canal de acceso; el campamento de Ipari, que sirvió de alojamiento para quienes construyeron el puerto; las primeras traviesas para el ferrocarril.
Valió la pena trabajar en grande. Cerca de 50 barcos de todas las nacionalidades llegaron en la etapa de exportaciones anticipadas para llevar dos millones y medio de toneladas de carbón al mundo. Era el fruto del esfuerzo de todos los trabajadores de El Cerrejón.
Ni los chivos, ni las gallinas, ni los burros, ni nadie se asusta ya cuando pasa el tren. Desde hace algunos años eso forma parte de sus vidas cotidianas.
Publicado en la re vista especial coleccionable Intercor en sus manos, número 5, julio de 1992
Artículos relacionados:
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Muchas gracias por su amable lectura; por favor, denos su opinión sobre el texto que acaba de leer. Muy amable de su parte