Por
John Acosta @Joacoro
El proceso de recuperación
financiera de la Universidad Autónoma del Caribe va viento en popa. Sé que es
un lugar común ya el comparar casos de resiliencia, como el de nuestra
universidad, con el Ave Fénix, que se levanta de las cenizas y alza el vuelo,
pero es una verdad incontrovertible: no hay un ejemplo más adecuado para el
segundo rescate de esta institución de educación superior que el mito feliz de
esa criatura calcinada, capaz de renacer del fuego extinguido. Desde mediados
del año pasado, los empleados directos de la Autónoma estamos recibiendo
cumplidamente nuestro salario. Y ya gozamos también de seguridad social. Sería
muy ruin no reconocerle este logro a Claudia Patricia Da Cunha Tcachman, la
rectora designada por el Ministerio de Educación Nacional para contribuir con
el rescate de esta alma mater, que había dejado desahuciada el apetito voraz de
la administración anterior; por supuesto, tampoco hay que desconocer el gran
mérito que tiene en este resurgimiento exitoso un medio masivo de comunicación:
la W Radio, que puso en la agenda nacional lo que ya era un secreto a voces en
Barranquilla, sede principal de la Autónoma, y a pesar del inicial silencio
extraño de los medios locales: los horribles padecimientos a que éramos
sometidos los empleados por parte del hambre desmedida de poder y dinero de
quienes fungían como altos directivos de esta organización educativa.
Hoy, la Universidad Autónoma
del Caribe sigue firme, con la frente en alto, cumpliendo su sagrada misión de
formar líderes para que transformen al país. En Comarca Literaria queremos
hacer un acto de justicia con W Radio porque su meritoria labor, encabezada por
dos periodistas (Paula Bolívar y Silvana Salas), nos quitó el miedo para
llenarnos de valor y enfrentar a nuestra propia cobardía, primero, y, luego, a
la bestia que nos pisoteaba.
Afortunadamente, esa horrible
noche cesó con el despertar que tuvimos todos y que se hizo evidente en la
masiva manifestación con que la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas empezó
la cesación de actividades misionales el 21 de febrero de 2018. Valió la pena
ese cambio de rumbo porque logramos quebrarle el espinazo al desfalco
financiero que se estaba produciendo y revertir la tendencia para lograr lo que
hoy estamos gozando: una Universidad Autónoma del Caribe erguida, echando hacia
adelante, como debe ser. Al ver que la W Radio hacía público, en forma sostenida,
todo lo que estábamos padeciendo, nos dimos cuenta de que el resto debíamos
ponerlo nosotros y nos alzamos contra la tiranía corrupta que nos agobiaba.
No fue un proceso repentino
pasar del miedo a la valentía. Recuerdo la primera visita que hicieron a nuestra
universidad las dos periodistas de la W Radio: de la oficina de Comunicaciones de
la administración cuestionada, me llamaron para que los acompañara a recibir a
mis colegas. Fue muy difícil para mí tragarme las ganas de agradecerles lo que
hacían por nosotros, pero debía aparentar tranquilidad ante las periodistas
radiales, mientras me agobiaba el alma la carta del juzgado que me había
llegado ese día por la mora en el pago de las cuotas de mi casa y el cobro
judicial que se adelantaba por el atraso en la cancelación mensual del préstamo
del carro, entre otras muchas acreencias. Tuve la oportunidad de resarcir mi conciencia
de ese acompañamiento desafortunado que me tocó hacer al recibimiento de las
ilustres reporteras. No estaban ellas presentes, pero sí estaban decanos,
directores académicos, algunos docentes y el entonces vicepresidente del sindicato
Sintrauac, Fredy Álvarez, que hoy es miembro principal de la Sala General, máximo organismo administrativo
de la Universidad Autónoma del Caribe. Se trataba de una reunión con dos
funcionarios del Ministerio de Educación, que habían llegado como antesala al
nombramiento de la inspectora in sito que esta entidad gubernamental designaría
después para que vigilara la gestión administrativa y financiera de la universidad.
Todo sucedió antes de los acontecimientos que la Facultad de Ciencias Sociales
y Humanas lideró a partir del 21 de febrero y que terminarían con la salida de Ramsés
Vargas de la rectoría.
La reunión se llevó a cabo una
mañana en el Salón Cayenas de la casa de Eventos de nuestra universidad. Para
mi sorpresa, algunos de los asistentes criticaban la “saña” que la W Radio tenía
en contra de la universidad y los “ataques sistemáticos” contra “la estabilidad”
de nuestra institución; incluso, el colmo fue cuando una de las asistentes lloró
de ira y les pidió a los funcionarios del ministerio que buscaran la forma de
demandar al medio radial por el “ensañamiento” con que “victimizaba” a nuestra institución
educativa.
Entonces, pedí la palabra. Y
dije que, como comunicador social que había ejercido el periodismo, no estaba
de acuerdo con lo que se estaba afirmando allí. Expuse que cualquier director
de medio, ante las continuas denuncias anónimas que le llegaban sobre los
atropellos a los trabajadores y posibles malos manejos en una misma
organización, lo mínimo que podía hacer era investigar y denunciar los
hallazgos. “Les voy a decir algo: no se extrañen si la W Radio gane premios de
periodismo por este trabajo”, rematé. Al final de la reunión, solo una persona se
acercó a recriminarme por mi comentario: “No estoy de acuerdo con su afirmación
desafortunada”, me dijo. Es uno de los tres únicos miembros que nombró Ramsés Vargas
y que aún están en la Sala.
Estaba en mora, como
funcionario de la Universidad Autónoma del Caribe, de exaltar a las colegas
Paula y Silvana, reporteras de W Radio, por el encomiable trabajo de denuncia
que hicieron y que ha permitido que la Universidad Autónoma del Caribe tenga
hoy el horizonte despejado que le permite mirar al futuro con optimismo. Subsisten
algunos desacuerdos internos, normales en una institución de prestigio con
absoluta libertad de pensamiento, y de los cuales nos referiremos en un próximo
artículo, pero nada que pueda amenazar la exitosa recuperación total inmediata de
esta Ave Fénix que se alza en renovado vuelo.
Excelente
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