Aspecto del segundo piso de la Biblioetca Benjamín Sarta, de la Universidad Autónoma del Caribe |
Por
John Acosta
Nadie podía creer que la
Universidad de La Sabana hubiera hecho la excepción en esa época en que solo
tenía mujeres trabajando en su biblioteca. Lo cierto es que de no haber sido
por esa oportunidad que me dieron, yo no hubiese podido terminar mi carrera. De
manera que tengo dos grandes motivos para estar eternamente agradecido con La
Sabana: el que me tendiera la mano para culminar exitosamente mis estudios y,
como consecuencia, el haberme permitido ser inmensamente feliz entre tan
hermosas y eficientes mujeres, rodeado, además, y como si fuera poco, por
tantos libros. Fui el único hombre bibliotecario en la Universidad de La
Sabana, en mi época de estudiante con los bolsillos vacíos, pero con el
espíritu rebosante de sueños. Esos recuerdos me llegaron a la memoria, a propósito
del mensaje que me puso al WhatsApp mi amigo Adolfo Estrada, director de la biblioteca
Benjamín Sarta, de la Universidad Autónoma del Caribe: “Hoy también es día del
bibliotecólogo y del bibliotecario”, me escribió.
Estudiantes de la Universidad Autónoma del Caribe, en su biblioteca |
Y tiene razón Adolfo Estrada.
La contundencia del español Miguel de Cervantes Saavedra y del inglés William Shakespeare
ha sido, como debe ser, tan fuerte que nos ha obligado a cometer la injusticia
de olvidarnos de esas personas que dedican su vida a organizarnos para la
lectura académica. Pocos días del año tienen una coincidencia monotemática como
el 23 de abril: murió Cervantes en 1616, nació Shakespeare en 1564, murió el escritor
e historiador peruano conocido como el inca Garcilaso de la Vega (Gómez Suárez
de Figueroa) en 1616, nació el escritor ruso Vladimir Nabakov en 1899, nació el
escritor colombiano Manuel Mejía Vallejo en 1923, nació el escritor francés Maurice
Druon en 1918, nació el escritor islandés Halldór Laxness en 1902, falleció el
escritor español Josep Pla en 1981 y murió la escritora venezolana Teresa de la
Parra en 1936.
Estudiantes de la Universidad Autónoma del Caribe, en el tercer piso de su biblioteca |
No podía el mundo escoger
otra fecha distinta para celebrar también el Día Internacional del Libro.
Tampoco debían, muchos países hispanohablantes, escoger otra fecha para
conmemorar el Día del Idioma. Y si tanto el bibliotecólogo como el
bibliotecario viven inmersos en las estanterías cargadas de libros, estos dos
profesionales no podían abstenerse de celebrar su propio día un 23 de abril.
De manera que felicitaciones
a mis ex colegas. Gracias por mantener esos ejemplares en el lugar donde deben
estar: dispuestos para el estudiante actual, martirizado, que va obligado a leer
para que el profesor no le ponga una mala nota; para el investigador acucioso,
que todavía no confía en las posibilidades de internet; para el profesor
dedicado, que prefiere preparar sus clases en la nostalgia de las hojas de
papel en vez de someterse al dictamen del “señor” Google; en fin.
La fecha fue escogida
en nuestro país por la Asociación
Colombiana de Bibliotecarios, en su trigésima reunión, celebrada en 1958, de
acuerdo a las Noticias Culturales del Instituto Caro y Cuervo, en el número 135,
de abril de 1972. Hacemos nuestras las palabras que Biblioteca Nacional de Colombia escribió en su
página web en 2015, con ocasión de esta fecha: “Para ustedes, en este su día,
va un saludo de felicitación por ese trabajo arduo, silencioso, entregado,
comprometido y gentil que hacen en la Biblioteca Nacional y en las diferentes
bibliotecas del país. Ustedes son el puente constante entre el conocimiento y
los usuarios, entre el conocer y el desconocimiento, entre la ignorancia y el
saber, entre la oscuridad y la luz”.