José
Julio Pérez Díaz da la impresión de ser un hombre solo. Aunque se obstine en
ocultarla, la fuerza de su tristeza sale ganando: uno nota en él la melancolía
de un líder que, tal vez, siente haber
arado sobre el agua. Guardada las proporciones, hasta se podría evocar la
profunda desazón de Simón Bolívar, cuando le tocó hacer el viaje en barco por
el río Magdalena: enfermo y, prácticamente, vilipendiado por el mismo pueblo
por el que él entregó todas sus energías para otorgarle la libertad.
José
Julio ha hecho mucho por su Tabaco del alma. Desde que era un pueblo apacible,
enclavado en las estribaciones de la Serranía del Perijá, hasta mucho después
que el corregimiento de Tabaco dejó de existir, aquel fatídico 28 de enero de
2002.
En
noviembre de 1997, la International Colombia Resources Corporation, Intercor,
filial de la empresa estadounidense Exxon Mobil, informó oficialmente a las
autoridades de Hatonuevo y a los habitantes de Tabaco, a través de la junta de
Acción Comunal de esta población, que necesitaba adquirir las posesiones
ubicadas en este pueblo, con el propósito de continuar con el plan minero
establecido por Intercor.
Como
era de esperarse, un anuncio de semejante magnitud, generó mucha expectativa en
la comunidad. “No queríamos dispersarnos. Deseábamos mantenernos unidos, sin
perder los lazos que nos articulaban”, recuerda José Julio. Incluso, en
diciembre de 1998 se crea la Junta Pro Reubicación de Tabaco.
Lo
cierto es que, como consecuencia de las enormes esperanzas que surgieron,
Tabaco empezó a tener un crecimiento de viviendas inusitado: era obvio que
estaba llegando gente nueva a la población ante la posibilidad razonable de
obtener algún tipo de ganancia. La
situación fue tan evidente, que en noviembre de 1997 la Alcaldía de Hatonuevo
expidió una resolución, donde prohibía la construcción de nuevas casas en este
corregimiento.
No hubo reubicación
En
diciembre de 1998, el Ministerio de Minas y Energía, mediante un decreto de
expropiación administrativa, declara áreas rurales de esa zona como de
“utilidad pública e interés social”. En
febrero del año siguiente, el mismo Ministerio despacha otra resolución,
también de expropiación administrativa, pero esta vez sobre parte de la zona
urbana de Tabaco.
En
un informe semestral de resultados (julio-diciembre de 2001), elaborado para
Cerrejón por la socióloga Rosmira Ravelo, se indica que, “después de un período
de negociación directa, se logró un acuerdo de compra de los derechos de
posesión en el 90% de los casos. (…) La Compañía negoció los bienes públicos
con el municipio de Hatonuevo y trasladó, en colaboración con las autoridades,
los restos de los difuntos enterrados en el cementerio de Tabaco, a los lugares
indicados por cada uno de los familiares”.
El
22 de enero de 2002, y ante la imposibilidad de llegar a acuerdos con algunas
familias, se le da cumplimiento a las dos resoluciones de expropiación
administrativa del Ministerio de Minas y Energía. Fue una jornada difícil,
complicada. Los tabacaleros se
enfrentaron a piedra contra los funcionarios públicos y de Intercor que fueron
a ejecutar el procedimiento. Hubo un buldócer que tumbó algunas de las casas
que se habían negociado y los bienes públicos que fueron adquiridos al
municipio.
En
el libro La Red Tabaco de Desarrollo
Endógeno, escrito por Gustavo Wilches-Chaux, se cuenta sobre una reunión
celebrada en el municipio de Hatonuevo, el 28 de octubre de 2005, con 58
personas del antiguo corregimiento de Tabaco, diseminadas en las poblaciones de
Hatonuevo, Villanueva, Barrancas, Fonseca, Chancleta y Oreganal. El autor
cuenta que entre los asistentes estaba una niña de 12 años, a quien, ya fuera
de la reunión, le preguntaron de qué se acordaba de Tabaco. “De cuando nos
echaron”, contestó la niña llorando.
El periplo de José Julio
José Julio Pérez Díaz |
José
Julio Pérez Díaz siempre se opuso a la negociación directa. Él quería un
convenio colectivo que garantizara la reubicación de la población a otro sitio.
“La idea era que permaneciéramos siempre unidos, que nos perdiéramos el sentido
comunidad”, dice ahora. Por eso, desde que se dio la expropiación, lideró un
proceso de denuncias judiciales y públicas contra autoridades oficiales y
contra Intercor: “empezamos con acciones de tutela y de cumplimiento”, explica.
Las judiciales no prosperaron a favor de lo que él y sus compañeros pretendían.
Se
afianzó, entonces, en la estrategia pública. “Empezamos a viajar a otros
países, pidiendo apoyo a los líderes mundiales de causas populares”, recuerda.
Visitaron a Ecuador, Venezuela, Suiza, Inglaterra, Estados Unidos, Canadá.
Cuando se le pregunta quién financiaba esos viajes, responde con firmeza:
“inicialmente, cuando viajábamos a nivel nacional, lo hacíamos con recursos
propios, pero para los recorridos internacionales eran las ONG de cada país
visitado las que nos colaboraban”.
Esas
ausencias, a veces prolongadas, “afectaron mucho la convivencia en mi hogar.
Era muy difícil, tanto con los niños como con mi señora”, cuenta José Julio.
Indudablemente, un líder debe sacrificar muchos momentos con su familia para
otorgárselos a la causa por la que luchan. Tal vez por eso, cuando tienen la
oportunidad de hacerlo, los líderes les hacen un reconocimiento a quien los
reemplaza en su hogar. “Se dice que el ex primer ministro de Inglaterra, Wiston
Churchill fue a un banquete en Londres. Numerosos dignatarios y celebridades
estuvieron presentes. Alguien hizo la siguiente pregunta: ¿Si usted no pudiera
ser quien es, quién le gustaría ser? Todos tenían curiosidad por saber la
respuesta de Churchill. Cuando llegó su turno, se puso en pie y dio una respuesta
clásica: ‘Si yo no pudiera ser quien soy, desearía ser (aquí pausó para tomar
la mano de su esposa) el segundo marido de la dama Churchill”, escribió René
Mejía Vides en su artículo Los líderes
del hogar, publicado en www.cimientoestable.org.
Esos
sucesivos pronunciamientos en contra de funcionarios y del proceso de
negociación con la comunidad de Tabaco, le crearon, además, problemas de
seguridad a José Julio. “Hasta me llegaron a acusar de guerrillero”, afirma.
Era, por supuesto, una imputación peligrosa para una persona, en una época en
que los grupos paramilitares asesinaban, sin miramiento alguno, a cualquier
sospechoso de pertenecer a grupos armados ilegales de izquierda.
La mina cambia de dueño
El 3
de octubre de 2000, Colombia vendió su productora estatal de carbón, Carbocol
(propietaria del 50% de la mina de El Cerrejón Zona Norte), a un consorcio
compuesto por tres compañías extranjeras: el grupo minero británico Billiton
Plc, el gigante sudafricano Anglo American Plc y el suizo Glencore
International AG, que, asociadas, ya producían carbón en Cerrejón Central.
En
febrero de 2002, Exxon Mobil Corp. informó que llegó a un acuerdo para vender
su participación en la mina de carbón Cerrejón. Intercor, filial de la
ExxonMobil, era propietaria del otro 50% de la mina de El Cerrejón Zona Norte y
oficiaba, además, como operadora del complejo carbonífero. El negocio se hizo con el mismo consorcio que
ya había comprado a Carbocol. Es decir, el consorcio integrado por
las filiales de las multinacionales Anglo American, BHP Billinton y Glencore
International AG obtuvieron el 100% de esa mina.
“Cambia el panorama”
Según
el líder José Julio, “con la llegada del nuevo consorcio, cambia el panorama.
Uno sentía que había una luz de esperanza. Hablamos con los nuevos directivos
de la empresa, con los accionistas, con los gobiernos, con los compradores de
carbón. Empezamos a crear espacios de confianza”.
Al
momento de recordar nombres de personas que contribuyeron al proceso, José
Julio menciona a Julián González, de Cerrejón; al activista estadounidense Noam
Chomsky, “sobre todo, su hija”, dice. Y prosigue con su lista en diferentes
países. “La verdad es que se creó confianza. Tuvimos varias reuniones con el
convencimiento de llegar a un acuerdo favorable para ambas partes”.
Efectivamente,
en 2008, Cerrejón crea la Gerencia de Responsabilidad Social con dos
divisiones: Gestión Social y Reasentamientos y Gestión de Tierras. Se crea,
además, la Vicepresidencia de Sostenibilidad y Asuntos Públicos, que depende
directamente de la Presidencia de la empresa.
La Red Tabaco, convenios y acuerdos
Una
consultoría, contratada por el empresa en 2005, propone la creación de una “red
de desarrollo endógeno” para lograr un nuevo relacionamiento entre Cerrejón y
la comunidad de Tabaco. Mediante un
proceso de participación y unión comunitaria, de construcción de alianzas y
fortalecimiento territorial, nació la Red Tabaco de Desarrollo Endógeno.
En octubre
de 2008, se firmó un convenio de cooperación entre el municipio de Hatonuevo,
la Junta Social Proreubicación de Tabaco y Carbones del Cerrejón Limited para
la ejecución de los acuerdos de la comunidad de Tabaco. Las partes dejan claro
que el objeto de dicho convenio es unir esfuerzos “para el proceso de
reconstrucción de Tabaco, en cumplimiento de lo ordenado por la Corte Suprema
de Justicia, en sentencia de fecha 07 de mayo de 2002”. Con esa sentencia, la
Corte había revocado una sentencia del Tribunal Superior de Riohacha en el que
se negaba una acción de tutela contra la Alcaldía de Hatonuevo, relacionada con
la protección de los derechos a la
educación, a la dignidad, a la vida colectiva y a la propiedad privada.
La
Junta Social Proreubicación de Tabaco, presidida por José Julio, y Carbones del
Cerrejón Limited suscribieron un acuerdo y transacción en diciembre de 2008
para asegurar indemnizaciones íntegras y justas, participación y representación
adecuada de las personas con derechos legítimos a dichas indemnizaciones y,
como consecuencia, mejoramiento del nivel de vida de los exresidentes de Tabaco. Para acompañar las conversaciones,
las partes acordaron la facilitación del doctor John Harker, presidente de la
Universidad de Cape Breton, en Canadá. Harker había presidido el Panel
Independiente de Expertos que, entre septiembre de 2007 y febrero de 2008,
revisó y evaluó los programas de responsabilidad social de Cerrejón.
La
Gobernación de La Guajira, el Municipio de Hatonuevo, la Junta Social
Proreubicación de Tabaco y Carbones del Cerrejón Limited firmaron un memorando
de entendimiento, en 2009, en el que los tres últimos entes reafirmaban su
interés y compromiso para hacer realidad la reconstrucción de Tabaco y
ratificaban sus obligaciones con el convenio de cooperación suscrito en octubre
de 2008. Por su parte, la Gobernación de La Guajira manifestó su compromiso de
participar activamente en la reconstrucción de Tabaco para lo cual evaluará la
viabilidad jurídica de asignar recursos que contribuyan a la ejecución del
proyecto.
Se espera que la Nación participe
José
Julio Pérez Díaz tiene razones suficientes para estar feliz. Al fin y al cabo,
se está materializando el sueño de ver nuevamente a Tabaco reunificado. “Hay un
cuello de botella en todo esto: lograr que el estado nacional participe. Ya
estamos gestionando para que aporte lo que le corresponde”, dice.
“Necesitamos
que todos los actores estemos atentos. No podemos descansar ni un solo día. El
acuerdo se debe enriquecer, no se puede dejar acabar. Esto ha sido un hijo para
mí, un miembro más de la familia. Hemos logrado muchas cosas. Uno siente que ha
hecho los procesos bien”, insiste con vehemencia.
Esa
impetuosidad con se refiere al asunto, esa pasión que envuelve a sus palabras,
deja traslucir la preocupación y la tristeza que trata de ocultar. “Hay una sed
de protagonismo en algunos; y eso ha opacado un poco el sacrificio y el trabajo
de los demás”, reconoce al fin. “La
verdad, es que esta lucha no ha sido para enriquecerse uno: ha sido para
rehacer nuestros derechos, para tener a los amigos cerca”.
Obviamente,
no falta quien hable mal del líder, que tenga una mala intención. Poco a poco,
se va descubriendo el motivo de la soledad de José Julio, pero el destino se
encargará de hacer justicia con él y su lucha. Sus logros se encargarán de
ensombrecer a quienes quieran aprovecharse de lo que ahora José Julio ha
conseguido.
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