Por considerarla de interés y por los interesantes planteamientos consignados allí, Comarca Literaria publica la carta póstuma que Ramsés Jonás Vargas Lamadrid, rector de la Universidad Autónoma del Caribe, les escribió a Mario Ceballos Araújo, quien lideró el proceso fundacional de esta Alma Máter, y que fue leída por el propio Ramsés durante la misa de conmemoración del décimo aniversario de la muerte de Ceballos Araújo
Ramsés Jonás Vargas Lamadrid |
Mario Ceballos Araújo |
Octubre 25 de
2013
Recordado doctor
Ceballos,
Jamás hubiera pensado
aquel 25 de octubre del año 2003, que diez años después iba a estar aquí leyendo
estas palabras, envestido con la dignidad de ser rector de la universidad que
usted, Julio Salgado Vásquez, Benjamín Sarta y Oswaldo Consuegra entregaron a la
sociedad.
El haber crecido
escuchándolo conversar con mi padre sobre el modelo de sociedad que ustedes
soñaban construir, impactó, desde mi temprana infancia, mi visión del mundo y la
aproximación sobre los medios legítimos con que podemos impactarlo.
Disciplina,
conocimiento, criterio y magnanimidad fueron siempre las columnas en las que
ustedes soportaban el derecho a ofrecerle a la sociedad una institución
académica que facilitara oportunidades de educación de calidad a sectores no
privilegiados y tradicionalmente marginados de los espacios de decisión pública
y privada. A fe que lo lograron.
No me canso de repetir
que nuestros egresados engalanan los despachos, las plantas de producción, las
salas de prensa, los talleres de diseño, los laboratorios de toda Colombia. No
hay quien haya podido contradecir mi afirmación de que no existe un hogar en la
Costa Atlántica en la que no esté colgado, al menos, un diploma de la Universidad
Autónoma del Caribe.
Doctor Mario, recuerdo, como si fuera ayer, sus reuniones colmadas de anécdotas y reminiscencias de lo
que fueron los primeros años de la Autónoma, cuando, junto con mi padre, el doctor
Saavedra y otros prohombres de la ciudad, trabajaban ad honorem, únicamente
inspirados por el loable interés de ofrecer una opción competitiva de educación
a los sectores medios de nuestra sociedad. Aunque por mi corta edad no era mucho
lo que entendía, recuerdo bien que, con frecuencia, se hacían referencia en las
charlas a los muchos catedráticos y funcionarios administrativos para los cuales
la universidad era prácticamente su segundo hogar, ya que sus jornadas eran
interminables, como también recuerdo sus menciones de aquellos que usted decía
iban solamente a “pelechar sin producir”, con el único interés de sacar provecho
y servirse de la institución.
Bueno, pasados tantos
años, y ya completando cuatro meses en la rectoría, tengo que decirle, doctor
Ceballos, que, en el fondo, el modelo se repite. Hay un grupo mayoritario, y yo me
atrevería a denominar heroico, de hombres y mujeres que le entregan su vida a
esta institución, que, a pesar de los vientos huracanados de la coyuntura,
cumplen y exceden su deber con el único interés de cumplir su responsabilidad y
llevar a la institución al sitial que le corresponde. Pero, igual que en sus
épocas, también existen reductos para quienes la universidad, en realidad, no
significa nada diferente a una fuente de poder e ingreso.
A usted, que no se
perdió ningún acontecimiento importante de mi crecimiento cronológico y
profesional, no le voy a mentir. Estos años en la Autónoma no han sido los
mejores. Tengo que reconocer que aquella institución altiva, pujante e
innovadora que usted ayudó a construir ha sido víctima de uno de los mayores
‘pillajes’ de la historia reciente. Abusando de su memoria y de la buena fe de
los gregarios que lo acompañaron en la construcción de este sueño, un puñado de
sociópatas saquearon y usufructuaron ilegítimamente este patrimonio de la
sociedad. Y no solo eso, aún subsisten parásitos soterrados en burocracias
creadas por artificios legales que se apoltronan en su poquedad y apelan a
prácticas panfletarias para graznar reclamos inocuos, tiempos ociosos, primas de
calor y cualquier cantidad de tonterías, solamente para arropar su inutilidad y
tratar de obtener en la anarquía lo que jamás podrían aspirar a conquistar en un
espacio de orden o normalidad.
Pero esté tranquilo, doctor Ceballos, que ahora, como antes, las personas de bien y que únicamente nos
interesa trabajar y sacar esta institución adelante, somos
más.
De su boca escuché mil
veces que si usted moría, a la tumba no se llevaría ni un tornillo de la
universidad. Pues, doctor Mario, le cuento que, muy a su pesar, ha habido sectores
que se han abrogado derechos y legados en torno a esta institución que ni la
ley, ni los estatutos, ni mucho menos su voluntad les ha adjudicado. La Autónoma
nos fue cooptada, Dr. Ceballos, cínicamente se le hizo creer a sectores despistados de la sociedad
que esto era un bien particular heredable, lo cual sabe usted, la justicia, la
comunidad y la inteligencia, que no es cierto. La Autónoma que usted fundó y en la que
Vargas Osorio, Saavedra y Turbay crecieron, es una institución universitaria que
no le pertenece a ningún particular ni conglomerado familiar; POR LO TANTO, NO
TIENE HEREDEROS, sino, como usted bien lo determinó, esta es una corporación sin
fines de lucro que le pertenece a toda la sociedad.
Pero la buena noticia, doctor Mario, es que con el apoyo del gobierno nacional, de las autoridades
locales, de los egresados, de los estudiantes, los catedráticos, de las
secretarias, las asistentes, los investigadores, los oficios varios, y, en fin, de
toda la comunidad universitaria, la estamos recuperando. Hoy, doctor Ceballos, le
doy la buena nueva de que la Universidad no la hemos dejado morir en manos
innobles que la usaban para pordebajear de forma indigna al colega, y, lo que es
peor, para saquearla.
Si le dijera que esto
ha sido fácil y que no nos ha costado angustias y esfuerzos insospechados, le
mentiría. Por el contrario, ha sido durísimo, no se imagina usted la calidad de
personajes que, en algún momento, osaron llegar a la institución y detentar
dignidades en otrora reservadas para la alcurnia moral y humana de nuestra
ciudad. Individuos de la más baja ralea vieron en la Autónoma un botín para
saciar sus carencias materiales, pero ante todo de espíritu. Aun hoy, algunos
desnudan a los medios - sin sonroja ni pudor- sus apetitos y voracidad por
cobrar nuestra sagrada institución como un botín de
guerra.
Si bien esta ha sido
una lucha terriblemente difícil que en buena hora hoy nos permite luces de
esperanza, somos conscientes de que las fuerzas del mal que están fuera y dentro
de la universidad, no descansarán jamás en su interés por que la Autónoma vuelva
a ser una mera fuente de satisfacción de intereses personales. El cambio y la
depuración de nuestra institución no puede ser, simplemente, un asunto de cambiar
caras, de “quítate tú, para ponerme yo”, privilegiando sectores que pretenden
hacer, precisamente, lo que queremos corregir. La coherencia de nuestra gestión
exige no ceder a las presiones, los titulares, la desinformación, al chisme o a
la intriga.
Igual que cuando era
niño y lo veía a usted junto con los demás directivos capotear épocas de crisis
ante embestidas de sectores que pretendieron instrumentalizar la institución,
hoy, junto con nuestros decanos, directores y directivos, padecemos a diario las
andanadas de aquellos que no se resisten a aceptar que la Autónoma,
Barranquilla, el Atlántico y el Gobierno Nacional, dijeron, NO MÁS, acá no
vuelven, de ahora en adelante la Autónoma solo andará el camino de la academia,
la moral y las buenas costumbres.
Los efectos ya se ven.
Dr Ceballos, a diferencia de lo que eran las cosas en meses recientes, hoy la
Autónoma ya ha vuelto al escenario nacional de las universidades; hoy nuestras
instituciones colegas ya quieren hacer proyectos con nosotros; los empresarios
quieren que asesoremos sus proyectos; ahora sí, los bancos quieren hacer
negocios con nosotros; los gremios y agencias de cooperación desean hacer equipo
con nuestros investigadores; y, lo que es mejor, no se imagina usted el volumen
de llamadas y correos electrónicos que recibimos a diario de personas de valía y
trayectoria que nos dicen: “cuenten conmigo, yo quiero participar de este nuevo
proceso que vive la Autónoma”.
Estamos avanzando, dr
Ceballos. Sabemos que vamos por el buen camino porque obramos de buena fe en la
reconstrucción de la reputación y el prestigio de la universidad. Pero, de igual
manera, sabemos que avanzamos por tener la absoluta certeza de cómo responder a
las expectativas de las más de 12 mil familias que creen en nosotros y nos
confían la educación de sus hijos, los cuales han de ser los beneficiarios de
toda nuestra atención.
No se imagina, doctor
Ceballos, lo emotivo y satisfactorio que ha sido ver profesores y asistentes
corriendo para que la universidad no quede mal en un evento porque, en algún u
otro momento, carecían de los fondos requeridos para hacer las cosas. Hombre y
mujeres con pundonor, que sin pena ni mezquindad, se le miden a todo para que la
institución cumpla y el estudiante quede satisfecho.
Pero si bien estamos
apenas arreglando el relajo que encontramos, el compromiso de todos ha permitido
que poco a poco vayamos ordenando las cosas, al tiempo que pagamos la deuda
social que existía con muchos de nuestros funcionarios. Ya empezamos. Al mismo
tiempo, en la Autónoma de hoy tenemos claro que la prioridad es que haya
reactivos e instrumentos en los laboratorios, no así, carrozas de carnaval o
fiestas de lentejuelas.
Vamos bien, y lo
sabemos por una razón muy sencilla, porque estamos tratando de honrar el
espíritu de los fundadores. Es por eso que, ante cualquier duda, conflicto o
contradicción, la estrategia primordial es acudir a dicho ideario de honradez,
laboriosidad y transparencia que ha de enmarcar nuestras
acciones.
Le prometo, doctor
Ceballos, que cumpliendo su voluntad, no permitiré jamás que nadie pretenda
abrogarse derechos ilegítimos sobre esta institución. No hay cargo, posición o
dignidad en la universidad Autónoma del Caribe, a la que puedan aspirar sus
hijos, los míos, o los de cualquier otra persona, a los que no puedan acceder en
igualdad de condiciones los hijos o nietos de cualquier egresado o del más
humilde de nuestros funcionarios de mantenimiento u oficios varios. Tal como lo
aprendimos de ustedes los fundadores, acá no le cabrán privilegios a nadie, la
Autónoma es un patrimonio de la costa Caribe, de toda la comunidad.
Así lo honramos a
usted, así le cumplimos a la sociedad.
Ramsés
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