Por John Acosta
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Con mi hija Aura Elisa, en su cumpleaños |
No sé qué diablos hacía yo con ese libro de cuarto de
primaria en las manos, si yo estaba en el primer año de la secundaria. Lo
cierto es que apenas en ese momento me topé con ese texto que no leí o ignoré
dos años atrás. Confieso que me marcó para siempre. En Casacará no había luz
eléctrica y a los estudiantes nos tocaba apartar los avechuchos de las hojas de
los cuadernos para que nos dejaran escribir. Uno le alzaba o le bajaba la mecha
a la lámpara de petróleo, de acuerdo a la intensidad de la noche oscura. La
imagen y la emoción de esa noche, volvió ahora a mi conciencia porque mi hija
Aura Elisa tuvo el valor de mostrarme ayer su primer poema.