Por
John Acosta
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Sepelio de Ana Rosa Blanco. Foto de ADN Barranquilla |
Esta tarde conocí el miedo
en persona. Tiene cara de tristeza, mirada perdida en la nada, tembladera en el
cuerpo, un silencio profundo, incertidumbre
y una impotencia infinita. Lo tuve sentado a mi lado por una hora. Su
estrategia es apoderarse de una persona, anularla y suplantarla. Maura está
muerta del susto. Y tiene toda la razón del mundo para estar así. Acabo de dejarla en el entierro de la tercera
compañera de trabajo (según los medios de comunicación) que le asesinan en 36
días. “En total, van cinco matadas, desde que inició esta locura”, me dijo en
uno de sus regresos esporádicos a su conciencia, contrariando lo que dicen los
medios. Otras tres han sido heridas de gravedad, cuando sicarios intentaron
asesinarlas. “Lo peor es que no sabemos quién será la próxima porque dicen que
van a liquidar a 25 boliteras de la empresa”, alcanzó a decirme en una de las
pocas veces en que su carácter logró arrebatarle, por pocos segundos, su yo al
miedo. Bolitera es el nombre con que
se les conoce a las vendedoras de chance.
Otra característica del
miedo es que contagia al vecino. A mí me
invadió esa tarde. Maura me había pedido el favor de que la llevara a la
funeraria donde velaban a la compañera que enterrarían esa tarde. Antes de
llegar, un trancón de carros, inusual a esa hora laboral en época de vacaciones
académicas, nos dio la certeza de que llegaríamos tarde. Los carros avanzaban a menos de 5 kilómetros
por hora. Noté que a la primera oportunidad que encontraban, sus conductores
tomaban otra calle para evadir el nudo de vehículos. Tanto fueron los desvíos,
que quedamos de frente con la causa de la congestión: el entierro de la quinta
vendedora de chance asesinada había salido hacía rato de la casa de velación.
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Foto El Uinversal |
Maura me había pedido el
favor de que la llevara porque ella no conocía a Barranquilla. Había llegado
recientemente de Venezuela, donde residía su madre colombiana, y el trabajo la absorbía
tanto, que no tenía tiempo sino para salir, bien temprano en la mañana, de la habitación
donde vivía hacia el punto de venta de chance que ella atendía para regresar
tarde de la noche. En los primeros días de trabajo, desde hacía seis meses, ella
descansaba todos los domingos, pero desde que mataron a las dos primeras
compañeras en sus puestos de trabajo en el sur de la ciudad, con media hora de
diferencia entre cada asesinato, y después de los siguientes atentados en
circunstancias similares a varias de ellas, más quinientas boliteras han
renunciado por físico miedo. “Eso nos ha doblado el trabajo a las que quedamos. Ya
tengo muchos turnos que no descanso”, me había contado ella el día anterior.
Sí, claro, esa tarde se me
contagió el miedo de Maura. Yo había notado que el entierro era seguido por
varios motorizados. Al principio, pensé que eran los mototaxistas que estaban
reinvadiendo a la ciudad, después de que el alcalde anterior los había retirado
de las calles. Hasta llegué a sentir ternura por ellos esa tarde. “Me parece
del carajo que estos señores se estén solidarizando con las boliteras”, pensé
regocijado. Hasta que, sin pensarlo, Maura me sacó de mi error. “Ese es uno de
los guardaespaldas de la empresa”, me dijo, al señalar a uno de los
motorizados. Tenía chaleco y casco parecidos a los de los mototaxistas, como
los demás. No pude evitar recordar lo que un colega me dijo alarmado ese día en
la mañana: “¿Es que tú no sabes? ¡La Gata
contrató a 50 asesinos para enfrentar y acabar con quienes están extorsionando
a su empresa!” Con ese nombre de felino, se conoce a Enilce de Jesús López
Romero, la misma que todo el mundo vincula como la dueña de Uniapuestas, que es la
empresa donde trabaja Maura.
Enilce López fue acusada de
lavado de activo y del asesinato de un guardia de seguridad por
la justicia
colombiana. Enfrenta una condena de 37 años de prisión. Debido a que atraviesa
por graves quebrantos de salud (de
acuerdo a informes de prensa, presenta un estado de ansiedad por el que necesita
atención siquiátrica permanente), tiene a su casa por cárcel.
El miedo me hizo ligar a todos los motorizados
que iban en el sepelio, con los 50 sicarios que, supuestamente, habían empleado
para salvar a Uniapuestas. Especialmente, ese que me mostró Maura. Empecé a ver
que se detenía, miraba pata todos lados, y continuaba, me sobrepasaba, se
dejaba pasar otra vez. Yo lo miraba con disimulo por el retrovisor o a través
del parabrisas, de acuerdo a su posición.
El pavor me hizo desear el
momento en que Maura decidiera bajarse del carro y continuar a pie, acompañando el
féretro con sus otras compañeras de trabajo. Yo no veía la hora en que eso
pasara para largarme de ahí de una buena vez. Por mi cabeza se me cruzaban
locuras como que fueran a sospechar de mi carro, que nadie de ellos conocía, y
me ficharan como posible enemigo. Me preocupaba que, tal vez, Maura no quisiera
bajarse del vehículo por temor a que los potenciales enemigos camuflados de
Uniapuestas le pusieran el ojo como la posible siguiente víctima de su ataque
selectivo contra las vendedoras de la empresa que tenía el monopolio de la venta de chance en la
ciudad.
No
solo Uniapuestas
Uniapuestas no es la única
empresa que ha sido víctima de la extorsión en Barranquilla. De acuerdo a una información
del Diario del Norte, el director Antisecuestro y Extorsión de la Policía
Nacional, general Humberto Guatibonza, informó que las extorsiones en
Barranquilla han aumentado en un 15%. Expresó que de 90 denuncias registradas
en los 10 primeros meses del año pasado, la cifra había aumentado en 104 en el
mismo período de 2012. El diario El Tiempo asegura que las investigaciones de
las agencias del Estado, han indicado que la mayoría de las extorsiones las
están haciendo delincuentes presos en las cárceles Modelo y El Bosque de esta
ciudad. La Policía Metropolitana de Barranquilla ha dicho que dos grupos, que
en su momento pertenecieron a la banda criminal los ‘Rastrojos’, son los
responsables de la ola de violencia y de extorsiones. Se trata de los ‘Costeños’
y los ‘Caleños’, que se disputan el control del cobro de millonarias vacunas.
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Marcha de tenderos y comerciantes contra la extorsión. Foto ADN Barranquilla |
Orlando Jiménez, presidente
de la Unión de Comerciantes, Undeco, dijo al periódico El Heraldo que “de
cada 10 dueños de negocios asociados a Undeco, siete han sido extorsionados”. Las empresas de transporte público urbano
también han sido víctima de atracos y extorsiones: solo en el mes de mayo, dos
conductores de buses fueron asesinados por atracadores. Óscar Guerrero, gerente
de Sobusa, le dijo el año pasado al diario ADN que esa empresa tiene un reporte
diario de 10 atracos. Sobusa también perdió a un conductor, en julio de 2012,
en un robo.
Tanto los conductores como
los comerciantes han protagonizado paros y marchas en protestas por los ataques
de que han sido víctimas por parte los delincuentes. El jueves 4 de julio, los
tenderos y comerciantes de Barranquilla no solo no abrieron las puertas de sus
negocios, sino que salieron a las calles de la ciudad a exigirles protección a
las autoridades. Ya el martes 11 de
junio, los conductores habían paralizado labores, bloqueando con sus vehículos
las principales calles de la ciudad.
Maura y sus compañeras
boliteras no se han quedado atrás con las marchas de protestas. El martes 4 de
junio, unas doscientas vendedoras de Uniapuestas marcharon hasta las puertas de
la Gobernación del departamento del Atlántico para pedir protección para ejercer
sus trabajos, después de que el 29 de mayo, la bolitera Tatiana del Carmen
Rivera Gutiérrez, de tan solo 23 años de edad, fuera herida en un atentado en
el barrio Rebolo y el 31 de mayo asesinaran a las expendedoras de chance Gloria
Esperanza Galván, de 46 años, y Alexandra Marcela Hincapié Ayala, de 29 años,
en los barrios Carrizal y La Sierrita, respectivamente.
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Protesta de conductores de buses. Foto RCN |
No obstante la marcha de protesta, cinco días después, el 9 de junio, pasadas
las dos de la tarde, una vendedora de chance se encontraba en su puesto de
trabajo, ubicado en el barrio Montes. De repente, un hombre que iba en una
moto, se detuvo frente a ella para gritarle: “¿Ustedes no entienden? ¡Son
brutas! ¡Saben que las van a matar y siguen trabajando!”. Luego, el tipo
aceleró su moto y se perdió del lugar.
Maura dice que no renuncia
porque necesita su trabajo. A sus 24 años, es madre cabeza de hogar de un niño
de cuatro años, que debe llevar a la siete de la mañana a una guardería del sur
de la ciudad para ir a recogerlo, como tarde, a las nueve y media de la noche,
después de cruzar Barranquilla de regreso en un bus urbano. Antes le dedicaba
todo el día domingo a su hijo, pero, desde las renuncias masivas de sus
compañeras, ya ni ese único día le queda para pasarlo con su pequeño. Desde hace
un mes, tiene su puesto de chance en una tienda cerca a mi sitio de trabajo.
Siempre que paso por ahí, la saludo y hablo unos minutos con ella. Ayer nada
más me dijo que quería que yo fuera el padrino de su hijo. “Yo no confío en el
bautismo porque no soy católica, pero mi mamá todos los días me llama a decirme
que debo bautizar al niño”.
Ella tiene mucho miedo, por
supuesto. Ya no se sienta frente al
computador de apuestas, sino en otra mesa de la cafetería para simular ser un
cliente más de la tienda. “No me paro a venderle sino a compradores conocidos”,
dice. Eso ha hecho que se disminuyan considerablemente sus ventas. Y, por
tanto, sus ingresos, pues Uniapuestas le paga comisión por negocio realizado. Cada
vez que ve una moto acercarse, entra en pánico. “Hace dos días, vi una camioneta
rondando y me dije ‘ya me mataron”.
El en la noche del lunes 24
de junio atentaron contra su compañera en el barrio La Central, Íngrid Yuliana Muñoz
De La Cruz. Le dieron un disparo en el
tórax. Se encuentra en la clínica con
pronóstico reservado. De acuerdo al diario El Heraldo, la bala disparada atravesó
su seno izquierdo, perforó dos veces su estómago y parte de sus intestinos.
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Protesta de vendedoras de chance. Foto El Universal |
El jueves 27 de junio, unas
tres mil vendedoras de chance de Barranquilla, y delegaciones de filiales de
Uniapuestas en Cartagena, Santa Marta, Sincelejo y otras ciudades de la Costa
Caribe colombiana marcharon en Barranquilla para exigir el derecho al trabajo y
protección para sus vidas.
Sin embargo, 10 días después, el 7 de julio,
a las 8 de la noche, fue asesinada la bolitera Ana María Blanco, de 42 años,
cuando se encontraba en su puesto de trabajo, como todas las anteriores. Al entierro de ella, fue que llevé a Maura.
Quiere
montar su propia guardería de niños
Maura recibe una llamada de
una de sus compañeras. Al colgar, me cuenta: “Dice que ella va al lado de ataúd,
que me espera ahí”. Si sigo detrás, jamás llegaré allá. Aprovecho una esquina
para desviarme y salir unas cuadras más adelante. Unos policías detienen el
tráfico en las esquinas para permitir que el cortejo fúnebre pase. Al cadáver
de Ana María no lo llevan en carro, sino en los hombros de compañeros
voluntarios. Maura se había bajado de mi vehículo y esperaba a que el féretro pasara cerca a ella para unirse.
Hoy en la mañana, cuando
pasé a saludarla, el vendedor de minutos en celulares que se coloca cerca de
ella, le llegó por detrás y, en son de burla, le apuntó con los dedos en la
nuca, simulando una pistola. “Esos no son juego”, le recriminó Maura con los
ojos inundados. Entonces, me contó que lo peor de todo es la mamadera de gallo
de la gente con la situación. “A veces pasan y me dicen ‘¿ajá, y tú todavía
estás viva?’ Y sueltan la carcajada. No sé cómo pueden jugar con el miedo ajeno”.
De acuerdo a un informe del
diario digital Zona Cero, las más de 500 mujeres que han renunciado a Uniapuestas por
miedo, representan el 90% de las expendedoras de chance en puestos estables,
que suman 600. El informe agrega que la empresa tiene cerca de 2.500 vendedoras
que laboran de manera ambulante.
Maura es una vendedora
ambulante. “A mí me ofrecieron ser de puesto estable, pero yo no acepté porque
me iba mejor que me pagaran por venta realizada; sin embargo, como el negocio
está malo, ser ambulante ahora no paga”, dice. Incluso, la dueña de la tienda
donde está su puesto desde hace un mes, le dijo que estaba pensando seriamente
en la posibilidad de no arrendarle más el espacio a Uniapuestas por miedo. “Ella
tiene razón: ¿qué tal que caiga un cliente de ella en un atentado a alguna de
nosotras?”, afirma.
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Protesta de boliteras |
Maura alcanzó a estudiar
educación pre-escolar en Venezuela. Incluso, me cuenta que estuvo trabajando en
un colegio en Barranquilla, del que debió retirarse porque el director quería
abusar sexualmente de ella. Esta joven bolitera sueña con montar una guardería
de niños. “Así, no solo me retiro de este peligro latente, sino que, además, y
lo más importante, pasaré todo el día de todos los días, con mi hijo”.
Con ese firme propósito,
entregó la habitación en donde vivía y arrendó un apartamentico al sur de la
ciudad. “Usted lo viera: se presta para eso porque está enrejado”. Pero la
dueña, que en un principio había aceptado que se pusiera allí la guardería, una
vez recibió el valor del arriendo, le exigió que desistiera de ese negocio dizque
porque los niños le dañaban después el apartamento. Ella está buscando otro.
Ojalá lo encuentre rápido.
El ataúd donde llevan el
cadáver de Ana María Blanco pasa, al fin, por nuestro lado. Maura saluda a dos
compañeras que van al lado y se une al sepelio. A mí comienza a pasarme el
susto. Me quedo ahí, esperando a que termine de pasar el último acompañante
para poder cruzar la calle. Entonces, distingo nuevamente, entre los
motorizados, el que me había mostrado Maura. Un aire frío me recorre la columna
vertebral cuando la mirada de él se cruzó con la mía.
Este escrito es, sin duda, lo mejor que se ha publicado sobre el espantoso caso de las chanceras asesinadas. Una crónica ¿o reportaje? que penetra en la fibra del lector y mueve sus sentimientos. Es, además, una muestra de que los temas -cuales sean- no pueden dejar de lado la historia que todos tenemos para contar.
ResponderBorrarJohn Javier el título es un nudo para atrapar serpientes dormidas......
ResponderBorrarCuando el periodista se sumerje en el dolor de los protagonistas de una tragedia, entonces volvemos a sentir que saber escribir involucra necesariamente el corazón. Así lo ha hecho John, pudo hacernos sentir la tragedia de Maura y sus compañeras de tragedia.
ResponderBorrarPara mi es una cronica porque se hace desde el fondo del alma, me recuerda a Ernesto Macausland.
ResponderBorrarMuy humano, revelador, serio y apegado a la sensatez. Voy copiarlo y a enbiárselo a más de 500 contactos que tengo...
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