Por John Acosta
Con mi hija Aura Elisa, en su cumpleaños |
No sé qué diablos hacía yo con ese libro de cuarto de
primaria en las manos, si yo estaba en el primer año de la secundaria. Lo
cierto es que apenas en ese momento me topé con ese texto que no leí o ignoré
dos años atrás. Confieso que me marcó para siempre. En Casacará no había luz
eléctrica y a los estudiantes nos tocaba apartar los avechuchos de las hojas de
los cuadernos para que nos dejaran escribir. Uno le alzaba o le bajaba la mecha
a la lámpara de petróleo, de acuerdo a la intensidad de la noche oscura. La
imagen y la emoción de esa noche, volvió ahora a mi conciencia porque mi hija
Aura Elisa tuvo el valor de mostrarme ayer su primer poema.
No sé ahora por qué carajos me llevé ese libro de La Junta,
donde hice mi primaria, a Casacará, donde inicié mi secundaria. Las brumas de
mis recuerdos tampoco tienen claro qué otro texto leí esa noche. Tal vez,
ninguno otro. O, tal vez, varios hasta llegar a aquella carta histórica. La
había escrito Simón Bolívar en su lecho de convaleciente, poco antes de partir
para siempre del mundo que él había liberado y que, en ese momento, le dio la
espalda. Se la había escrito a una admiradora suya, la condesa francesa Fannie
Du Villard (la prima Fanny), once días antes de morir en Santa Marta.
Cuando terminé de leerla, me asomé por la ventana. Apenas
pude ver el pozo artificial de donde todos los
días me tocaba sacar el agua
para el uso de la casa: hasta ahí llegaba la luz tenue de la lámpara. Tampoco
podía ver más allá porque algo me nublaba los ojos. El nudo que sentía en la
garganta me lo dijo: eran lágrimas. Cogí un lápiz y el cuaderno de biología y,
entonces, lo escribí. Era mi primer poema. Fueron tres estrofas cortas, pero no
recuerdo sino una:
Si no fuera porque la muerte me señalara
Corriendo saldría y te alcanzara
Para cogerte esas manos que tanto me
acariciaban
Y sentir el calor de tu cuerpo cuando te
abrazara
Yo apenas tenía 13 años de edad y
no tenía ni la más remota idea de métrica. (Tampoco ahora, claro). Vertí sobre
esa hoja de papel, toda la nostalgia y el dolor que me produjo esa carta. No se
lo mostré a nadie. Algunos años después, hice un esfuerzo para recordarlo y lo logré. Lo copié
entero, como esa noche. Guardé el papel en mi cartera de bolsillo, pero, vainas
de la vida, me robaron la cartera y, con ella, mi primer poema, que, además, se
perdió en los vericuetos inciertos de mi memoria. Solo vine a acordarme de su
nacimiento hasta ayer, cuando mi hija Aura Elisa, que tiene 11 años de edad, me
mostró, feliz, su primer poema.
Me dijo que se había inspirado en
un poema de Dora Castellanos, que se
llama Romance marinero y en otro de Aurelio
Martínez Mutis, titulado Los besos en los
ojos. El profesor de Literatura de su colegio les puso, como tarea,
elaborar un poema en el que debían incluir las siguientes palabras: mundo,
ojos, vuelo, cielo, fruta, mirada y estrella. No sé hasta qué punto se vio
truncada su inspiración por imponerse unos vocablos que la obligaban a encauzar
sus sentimientos. No se lo pregunté ayer y ahora es media noche y no quiero
despertarla para preguntárselo. Este es su primer poema:
Tus ojos
azules,
Que vuelan
por el cielo
Como dos
estrellas
Que recorren
el mundo entero
Tu mirada
resplandeciente,
Como el
sol ardiente,
Me deja
impactada
Como una
cascada
Tus ojos
como estrellas
En las
noches siempre quiero ver
Y como una
fruta,
Todos los
días,
Te quiero
comer
Por supuesto, estoy orgulloso. No quepo de la dicha en mi cuerpo. Bienvenida, hija mía, a este mundo jodido de las letras, del que no te quiero decir nada para no privarte de las sorpresas que te depara.
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Los hijos. Bendita prolongación de la existencia. A veces encontraremos en ellos la mejor versión de nosotros mismos... En un nuevo ser, con una historia literalmente intrañable.
ResponderBorrarCon afecto, Julia Socarrás.
Dicen que hija de tigre sale pintada, y si es del pinta menuda de Casacará más..
ResponderBorrarFelicitaciones, en especial a Aura Elisa.
Un abrazo.
Que orgullosa me siento de su talento primo y ahora Aura Elisa los felicito, Dios los bendiga, un fuerte abrazo y que sigan los exitos
ResponderBorrarQuE hermoso primo, y me imagino el orgullo y la felicidad que sientes,Dios te bendiga Aurita. Ese es el mejor regalo que nos da Dios, los hijos que son la prolongacion.Dios los guarde y los bendiga, un abrazo
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