Por John Acosta
El amanecer del primero de enero del año 2000 sorprendió a la profesora Anida de
los Remedios Meza Uriana con la noticia de la muerte de su hijo mayor. Ella había
madrugado ese día a comprar los últimos detalles del desayuno y, en plena calle, se encontró con una joven que lloraba desesperada
porque se acababa de accidentar un carro donde viajaban seis muchachos del
pueblo. La profesora corrió hacia la casa de los dueños del automotor con los
ojos inundados de lágrimas por el pesar del dolor ajeno. Allá, alguien se le
acercó y le dio la noticia: "Ve, Anicia, yo creo que tu hijo también iba
ahí".
Entonces, salió corriendo para el hospital de
Uribia, la llamada capital indígena de Colombia,
ubicada en el norte del departamento de La Guajira, a confirmar si su hijo estaba entre los
heridos. Lo encontró tirado sin vida en un rincón del centro
hospitalario. El muchacho había salido a las cuatro de la mañana, junto con
otros cinco compañeros de fiestas de ese día, en un campero conducido por un
amigo de su generación hacia el vecino municipio de Manaure, el municipio de las
salinas marinas. El accidente ocurrió
al regreso: "Fue por exceso de velocidad", dice la señora Juana Uriana, la abuela del joven. Roiver Frias
Meza, el hijo mayor de la profesora Anicia, fue la única víctima fatal.
Ese 31 de diciembre se constituyó como el
único día, en los 18 años de su vida, en que Roiver le pidió una cerveza a su
padre, José Manuel Frías Romero. "Se tomó tres", dice el papá con
nostálgica tristeza. El muchacho salió de su casa a las ocho de la noche a
disfrutar las fiestas de despedida del año viejo. "Regresó a las 12 a
pedir la bendición. Después salió de nuevo y no lo volvimos a ver vivo",
agrega Anicia. La señora Juana Uriana interrumpe a su hija con una frase
cargada de impotencia: "Ese muchacho nunca montaba en carro como para
decir que uno esperaba que fuera a morir en un accidente".
Roiver Frías Meza acababa de terminar el
octavo año de estudios en Riohacha, después de haber estudiado todos los anteriores
en su querida Uribia. En vacaciones jugaba dominó con sus amigos del alma
debajo del palo de almendro que está en el separador de la Avenida La Normal,
en unas jornadas faraónicas para obtener al final de cada partido el preciado
trofeo: un bolis de fruta. "Era un muchacho demasiado inocente para su edad. Sin ningún
tipo de vicio. Nadie me puso nunca una queja de él. Sólo lo regañaba por el
dominó: yo le decía que ese era un mal juego", recuerda su abuela.
Sin lugar a dudas, su comunidad se privó
de contar con un líder hacia el futuro. Roiver entró a engrosar la fría cifra
de uno de los 30 muertos que han dejaron los 79 accidentes absurdos de tránsito
que se produjeron en La Guajira desde agosto de 1997 hasta enero del 2000, de
los cuales 19 fueron por exceso de velocidad y 14 por imprudencia del
conductor. Los cinco amigos que lo acompañaron en ese viaje fatídico hacen
parte de los 68 heridos dejados por esos accidentes en el mismo período.
Preocupadas por ese alto índice de guajiros
fallecidos en accidentes dentro del departamento, las empresas asociadas en Cerrejón, han realizado campañas preventivas que
incluyen vallas en las principales vías de la península, artículos y afiches en
sus dos revistas institucionales, cuñas radiales en las principales emisoras de La Guajira, avisos en los
principales periódicos de circulación nacional y regional y, recientemente,
entrenamiento a la Policía de Carreteras adscrita a La Guajira.
De
acuerdo a un informe de la Organización mundial de la Salud (OMS), “todos los
años, más de 1,2 millones de personas fallecen como consecuencia de accidentes
en las vías de tránsito y nada menos que otros 50 millones sufren traumatismos.
Más del 90% de las defunciones se producen en los países de ingresos bajos y
medianos”.
Las
mortalidades derivadas de los accidentes de tránsito, se constituyen, desde
hace varios años en Colombia, como una de las principales causas de muertes no
orgánicas o biológicas; en efecto, en el año 2002 las muertes por accidente de
tránsito representaban el 15% del total de muertes violentas, superada
solamente por los homicidios que en dicho año representaban el 71% de muertes
no orgánicas o biológicas, de acuerdo a información proporcionada por el
Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses.
Aunque se ha reducido un poco, el número de accidentes, sigue siendo
preocupante. Los guajiros no hemos aprendido del todo que podemos privar a
nuestras familias de líderes como Roiver Frías Meza, cuyo empeño quedó demostrado
cuando, al enterarse del concurso de ornato y aseo organizado por la asociación
minera como uno de los eventos para que La Guajira recibiera con optimismo el
Nuevo Milenio, se entusiasmó tanto que duró todo un día limpiando la cuadra con
pala y machete, acompañado de sus amigos. Recogió plata entre todos, compró
pintura para adornar la avenida con dibujos navideños y sembró arbolitos de
Navidad. El jurado quedó maravillado: esa fue la cuadra ganadora en Uribia.
Ese 31 de diciembre, al enterarse de que su calle había sido la escogida,
pocas horas antes de su muerte, Roiver dijo: "Ojalá nos regalaran unas
banquitas para ponerlas debajo del almendro y jugar dominó en ellas". Ese será
el premio, sólo que él no podrá sentarse sobre esas sillas: murió en absurdo accidente
de tránsito.
Publicado en la revista Rumbo Norte, número 32, junio de 2000 y actualizado para el blog
Os dejo enlace a una historia
ResponderBorrarhttp://espiralesdetinta.blogspot.com.es/2012/10/53-vacio.html