Por
John Acosta @Joacoro
Se me dio por preguntarle a la
bombera que me atendió ese medio día en la estación de servicio de combustible
si se estaba viendo la novela del Canal RCN sobre la vida de Diomedes Díaz. “Sí,
pero me da mucha rabia lo que están dando últimamente sobre los malos pasos del
Cacique”, me respondió, mientras cuadraba, en el surtidor electrónico, la cifra
que le solicité. Metió la pistola dispensadora en la boca del tanque de
gasolina del automóvil y se acercó hasta mí. “Ya uno sabe que él fue así, lo
que tienen que hacer es dedicarle la novela a su vida musical”, remató. El
diálogo imprevisto se desarrolló en Barranquilla, pero creo que reflejaba lo
que piensan muchos televidentes sobre el rumbo que ha tomado la serie
televisiva. En realidad, la posición no es unánime, pues hay otras personas que
piensan que la programadora se ha quedado corta en tocar estos aspectos de la
vida del fallecido cantautor de la música vallenata.
Por ejemplo, el asunto es
motivo de discusión todas las noches, a la hora en que se trasmite la novela, en
el grupo Junteros WhatsAppeando. Los paisanos de Diomedes Díaz opinamos en
caliente, mientras miramos las escenas. Hay quienes piensan como la bombera de
gasolina que me atendió ese inicio de tarde: algunos, incluso, han confesado
que se han dejado de ver la novela en protesta por eso; desconozco las últimas
cifras de rating de la exitosa novela como para saber si esos desertoresenfurecidos han hecho mella en el consolidado. Yo opino, por el contrario, que
se debe ser fiel a los sucesos de la realidad: el gozar a plenitud con la
música de Diomedes, como la gozo, no debe enceguecer para impedir ver la otra
cara de la moneda, que también hizo parte de la azarosa existencia del ídolo
musical.
Los
cigarrillos que no eran
En una de esas discusiones, un
juntero, compadre mío, trajo a colación una anécdota que le contaron hace años.
“Nunca comprobé si era cierto o no, pero ahora que veo esas escenas en la
novela, me acordé del cuento”, dijo mi compadre. La historia refiere que una
vez llegó Diomedes Díaz a La Junta con un cartón de cigarrillos (12 paquetes de
20 cigarros cada uno) y le pidió a alguien que le sacara el tabaco a los
emboquillados dizque para rellenarlos con narcóticos.
El Colacho de la novela y el real |
Al leer el mensaje de mi
compadre, no pude evitar recordar lo que una vez me contó un drogadicto en
recuperación, de quien escribí un reportaje para la revista institucional donde
trabajaba el hombre, que se había acogido al programa de alcohol y droga de la
empresa. Entre las historias turbulentas de su triste vida de vicioso sin
límites, el paciente, que vivía en Valledupar, me dijo que en varias
oportunidades había ido a parar a la casa de Diomedes Díaz. “Eso era la locura
total: hasta los baños los tapábamos con los baldados de tabaco de cigarrillos
que tirábamos”, me dijo. Me pareció una mentira extraída de la alucinación de
ex toxicómano: deseché esa información y no la usé en mi reportaje; sin
embargo, me pareció mucha coincidencia con la historia que le contaron a mi
compadre.
La hija de Luis Alfredo
Sierra, uno de los grandes amigos de infancia y juventud de Diomedes Díaz, de los que saludó en todos los trabajos discográficos, dijo en el grupo
que ella estaba sorprendida con esos cuentos y que le iba a preguntar a su padre
sobre el asunto. Por supuesto, Luis Alfredo lo negó. Ella me dio el número
telefónico de su papá. Lo acabo de llamar, antes de continuar con este escrito.
Los dos Juancho, el de la novela y el real |
“Le aseguro que Diomedes nunca
metió droga en público. Nosotros sabíamos que él tenía ese vicio porque éramos
sus amigos, pero él se encerraba solo y lo hacía. Otra cosa que también es
mentira en la novela es que Diomedes nunca se tomó un trago antes de terminar
de grabar sus trabajos con Colacho Mendoza. Al contrario, el que tomaba era
Colacho porque él era muy nervioso. Cuando ya terminaba de grabar todas sus
canciones, ahí sí tomaba Diomedes. Eso fue cuando grababa con Colacho. Otra
cosa diferente fue cuando volvió a grabar con Juancho Rois: ahí sí bebía,
incluso, en plena grabación. Escríbalo así, con toda confianza, que se lo digo
yo”, me dijo Luis Alfredo Sierra.
Lo
que va de Gabo a Diomedes Díaz
Diomedes Díaz falleció el 22
de diciembre de 2013 y Gabriel García Márquez el 17 de abril de 2014. Un gran
amigo mío dijo en un discurso que los
jóvenes debían decidir si seguían el ejemplo de Diomedes o el de Gabo. Después,
ese amigo escribió lo mismo en un artículo que publicó en un periódico de
circulación nacional. Me tocó escribirle al amigo. Le dije que hay, por
supuesto, una diferencia enorme entre el cantante Diomedes Díaz y el escritor
Gabriel García Márquez. El primero fue hijo de campesinos (sin ningún grado de
estudios), criado en una parcela, monte adentro; el segundo fue hijo de un
telegrafista (es decir, su padre tenía ya algún grado de estudio), criado por
un abuelo coronel (con algún tipo de formación intelectual -por lo menos,
política) en un municipio floreciente (era, por lo menos, la época del auge
bananero).
Al cantante le tocó surgir en
una época en que el dinero fácil de la bonanza marimbera (primero) y de la
cocaína (después) permeó profundamente a muchos estamentos de nuestra nación,
con un género musical que había sido relegado a las esferas populares por una
élite excluyente; al escritor (con las bases formativas del padre y del abuelo
-muy diferentes a las bases que recibió el cantante) le favoreció la fortuna de
codearse, de joven, con claustros académicos (el colegio de Zipaquirá -primero-
y la Universidad Nacional, después) que contribuyeron con afianzar lo que
recibió de casa.
La lista de comparaciones, que
establezcan la diferencia entre ambos casos, se puede hacer bastante larga. La
idea no es, para nada, justificar las malas acciones personales del cantante,
que, de todas maneras, dejó un legado musical (con hermosas canciones de su
autoría) importante. Lo que me parecía, le dije a mi amigo, es que él estaba
siendo un poco injusto con el cantante; es decir, pienso que se debe tratar
de entenderlo, jamás
justificarlo: comprender al ser humano que obró así como persona (las
extravagancias dignas de los ignorantes que, de repente, se hacen millonarios,
como los narcos, como el mendigo que se gana la lotería, en fin). Si se quiere,
criticarlo, listo, pero no olvidar la otra faceta: la del poeta popular que
dejó una obra sentimental para nada despreciable. No sé si exagero, pero se
puede caer en el error de la congresista Cabal, que miró solo al Gabo
político-ideológico, pero no al escritor.
Artículos relacionados:
...Y Diomedes Díaz no le grabó la canción a mi primo Ricardo Zedán
Así viven en La Junta el furor por la novela de Diomedes Díaz
Bertha Mejía y Lucía Arjona sí son primas, pero en la vida real no eran ni son tan amigas como en la novela
Diomedes Díaz, de El Chivato a El Cacique de La Junta
Diomedes Díaz, ¿de burrero en la adolescencia a mujeriego en la fama?