Nelson Ripoll Collazos ,profesor del Departamento de Humanidades, de la Universidad Autónoma del caribe, diserta sobre el Carnaval de Barranquilla |
Por
Nelson Ripoll Collazos
“Hoy
los desfiles son empresas, multitudinarios, de más de dos tres cuadras, con esa
gente que llega a un disfrute, pero sin una organización. ¿Por qué lo digo?
Porque mientras nosotros empezamos nuestra labor organizativa de ensayar
nuestro grupo desde el mes de septiembre hasta el Carnaval, llega una empresa y
dice que hay un paquete de un monocuco, una botella de whisky y pagan hasta 400
ó 500 mil pesos y esa gente no lleva ninguna coreografía. Para mí eso lo veo
mal y se los hago saber”.
Con estas palabras del ex rey Momo de 2013, José
Llanos Ojeda, donde se resaltan los peligros de la comercialización excesiva
que está sufriendo la más grande fiesta folclórica de nuestro país, y los
peligros que encarna, terminé mi pequeño conversatorio “Carnaval, sus
orígenes y permanencia” a los estudiantes de primer semestre en la Universidad Autónoma del Caribe, el
pasado 20 de febrero de los
corrientes.
De verdad, el auditorio del 5to piso del bloque
de posgrados estuvo lleno de estudiantes; muchos de ellos, ávidos de conocimientos
sobre el Carnaval en Barranquilla. Mi
disertación empezó con sus orígenes, desde los primigenios tiempos, desde casi
5.000 años antes de la era cristiana hasta el 2020.
El grupo de Danza Folklórica, de Bienestar Universitario, de la Universidad Autónoma del Caribe, deleitó a los asistentes con una hermosa presentación, que disfrutaron profesores y estudiantes |
Nuestras fiestas, como evento folclórico, claro
que tuvieron un origen pagano y, sobre
todo, desde nuestra herencia cultural,
que parte del mundo griego y,
posteriormente, de los romanos, que marcaron parte del mundo occidental en muchos aspectos del conocimiento y en lo que nos concierne, que es lo cultural,
se remarca mucho más: esa Dionisiacas,
donde los creadores de la Democracia y
las olimpiadas, aproximadamente en marzo y donde él (Dionisio),
Dios de la fertilidad, el vino, el teatro, la embriaguez y el éxtasis colectivo,
llamaba a la locura total con sus desenfrenadas fiestas y rituales orgiásticos.
Cuando el mundo heleno empieza su decadencia y aparece la potencia militar de
los romanos, esta se apropia no solo de territorios sino también de parte de su
Cultura y es así como, dentro de su mitología, Dionisio cambia a Baco, Dios liberador, dada esa
capacidad de liberar espiritual y mentalmente a una persona producto de su
exceso en el consumo de vino y sustancias opiáceas. Otra de las fiestas de
herencia directa con los Carnavales modernas fueron las fiestas en honor al
Dios Pan, matador de lobos y que su
fecha era en febrero, pero hay unas fiestas, tal vez la que tienen mayor impacto
en cuanto a su herencia, y fueron las Saturnales (Saturno, el Dios bueno),
que empezaban desde diciembre y duraban entre 5 y 7 días; en ellas, la Roma imperial se deba a un
frenesí total y su mundo se volvía al
revés: los pájaros nadaban, los peces volaban, el amo se convertía en esclavo y
el esclavo en dómino, se elegía un rey de burlas y se
mataba a la terminación del jolgorio (hoy tenemos a Joselito carnaval, que nace
un sábado de fiestas y muere el martes para renacer nuevamente el próximo año;
el terno retorno).
¿Pero cómo llegaron estas celebraciones al nuevo
mundo?
Mucho tiempo después de la caída del imperio romano,
y
en las postrimerías del siglo XV,
establecidas las potencias coloniales europeas, se inicia, a partir del
12 de octubre de 1492, otra historia: la conquista y depredación de
América por los reinados occidentales,
que empieza por el periodo económico
llamado la conquista, pero pasando muy rápidamente a la etapa de la colonia, donde muchos europeos que llegaron
al nuevo mundo y sabiendo que nunca más volverían a su terruño, trajeron en sus
baúles toda su cultura (obviamente, incluyeron sus fiestas).El Carnaval, como
creen equivocadamente, no entró por Barranquilla, sino por Santa Marta y
Cartagena, las dos ciudades más antiguas de nuestro país (desde el punto de
vista español) y de ellas se esparcieron por los pueblos del Magdalena y el Bolívar grande.
¿Y, entonces, por qué la ciudad es la cuna de la
fiesta folclórica más grande?
Hacia 1850, cuando la incipiente urbe se empieza
a erigir como el polo de atracción económica-industrial en el Caribe
colombiano, esta se convierte en un imán para toda clase de personas, pero, especialmente,
llamamos la atención de las más pobres (ya ellas son las que más cuidan las
tradiciones), que se vuelcan a esta para trabajar.
La gente salía espontáneamente en tres fechas
precisas así: 11 de noviembre, día de San Martín de Loba; 20 de enero, día de
San Sebastián y 2 de febrero, fecha de la Virgen de la Candelaria, en la Calle
de las Vacas, la 17, antigua Vía a Soledad y la plaza de San Nicolás, donde cada
uno mostraba sus tradiciones y se competía por quién lucía más vistoso.
Poco a poco, las festividades se fueron
convirtiendo en carnavales, tal como son hoy en día. En el presente, las
carnestolendas enfrentan muchas dificultades, como la excesiva comercialización
a la que ha sido sometida por parte del operador de la Vía 40, hasta el punto que, por ejemplo,
en el desfile de la Batalla de Flores, los llamados hacedores del carnaval (los
actores o portadores de la tradición) se ven relegados a puestos no secundarios
sino más bien de último en ese desfile, atentando contra la pureza de las
fiestas, pero, sobre todo, a quienes se les debe el nombramiento como “Obra
maestra del patrimonio mundial inmaterial”, por parte de la Unesco.
Pero hay un aspecto importante dentro del
conversatorio que se trató: ¿qué es lo que realmente se había declarado Patrimonio
por parte de la Unesco?
¡No se
nombraron carrozas, disfraces o algo en particular!
Lo que la Unesco vio es el Espacio antropológico,
“donde cada una de las manifestaciones están vaciadas, incluyendo el espíritu,
las pasiones, las actitudes y las emociones de los ciudadanos que ofician el
ritual”, como sostiene acertadamente el profesor Harold Ballesteros, coautor
del Dossier, que se llevó a París, para su nombramiento.
Por eso, el llamado dentro del conversatorio es
a: propugnar por la conservación de la fiesta y sus tradiciones, ya que son una
muestra del ingenio humano, digno de preservarse a las generaciones futuras.
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