Por John AcostaKelvis Morales saca los pescados de su segunda red
La mujer había esperado unos minutitos y dio la vuelta para regresarse con las manos vacías. Al darse cuenta, Kelvis José Morales Aguilar la llamó para que se devolviera. Ella volteó la mirada hacia quien le había hablado, pero no se le notaba una decisión contundente para volver; entonces, el periodista del Semanario La Calle se sintió culpable por la situación y metió su mano para ayudar a convencer a la señora. “Venga, hombe, si, al contrario, su presencia enriquece la crónica porque usted es una cliente efectiva del hombre”, le dijo. Y la mujer se regresó. “¿Cuánto es que va a llevar?”, le preguntó Kelvis José. “Una arroba”, le respondió ella.
Kelvis Morales se bajó de su canoa, que estaba amarrada en la orilla, y fue hasta la de otro colega, también aparcada. Sacó de ahí un peso, cuya base colgante era la mitad de una parrilla metálica que, en sus momentos de gloria, cubrió la hélice de un abanico de piso. Y empezó a echar en ella algunos de los bocachicos apilados en el fondo de su embarcación. Al completar las primeras 16 libras del pedido, fue hasta donde la señora y se las echó en la bolsa plástica que ella traía para ese propósito. Volvió a su canoa para pesarle el resto a su cliente.