Por
John Acosta
¿Fue
una feliz coincidencia para la cultura del Caribe colombiano o fue el producto
de una alineación astrológica que favoreció el devenir social de esta querida zona
costera? Lo cierto es que hay tres reconocidos hechos históricos que en este
2017 conmemoraron sus 50 años, lo que indica que sucedieron en un mismo año.
Los tres han sido reflectores apropiados no solo para irradiar la memoria
regional sino, además, para proyectarla hacia el resto del país y el mundo: el
nacimiento de la Universidad Autónoma del Caribe, el surgimiento del Festival
de la leyenda Vallenata y la publicación de Cien
años de soledad.
La Universidad Autónoma
del Caribe
Mauricio
Archila, doctor en historia y profesor titular de la Universidad Nacional de
Colombia, publicó el artículo El
movimiento estudiantil en Colombia. Una mirada histórica en la revista del
Observatorio Social de América Latina (OSAL). En uno de sus apartes, aborda la
crisis universitaria que padeció el país en la década del 60: “Por si fuera
poco, el mismo sistema educativo, en especial del nivel superior, aunque se
expandió, no lo hizo a ritmo suficiente: de menos de 20 mil estudiantes en 1958
se pasó a 140 mil en 1974 (Le Bot, 1985: 72). Los egresados de las
universidades no sólo tenían hipotecado su futuro político por el bipartidismo,
sino que no encontraban mayores posibilidades de empleo. Las más perjudicadas
fueron las universidades públicas, que vivieron crisis financieras reflejadas
en el deterioro no sólo de sus plantas físicas y docentes sino en la calidad
misma de la enseñanza. Mientras tanto, creció el número de las privadas, con lo
que la balanza se fue inclinando a su favor al pasar de albergar el 27% de la
población estudiantil en 1945 al 45% en 1970 (Le Bot, 1985: 72-73)”.
Obviamente,
en 1967, la región Caribe colombiana no escapaba a ese caótico panorama: adolecía
de instituciones universitarias que recibieran a la apreciable cantidad de
bachilleres de clase media, deseosos de continuar sus estudios superiores, pero
carecían de dinero suficiente que les permitiera alcanzar este sueño esquivo.
“Apoyado por renombrados intelectuales costeños identificados con el espíritu
docente y con el ánimo de servicio de preparar a la juventud y abrirle nuevos
caminos para un mejor futuro” (aparte del perfil del rector fundador, que está
en la página web de la institución), el doctor Mario Ceballos Araújo lideró la
gesta que le dio vida a la Universidad Autónoma del Caribe: el 27 de marzo de
1967 se firmó el acta de constitución de nuestro claustro académico, que abrió
sus puertas para que se iniciara la primera clase a las 6:30 de la mañana del
24 de julio de 1967, facilitada a 27 estudiantes en lo que hoy son los
programas de Administración de Empresas y Contaduría Pública.
La
Universidad Autónoma del Caribe inició en 2013, bajo el liderazgo del rector
Ramsés Jonás Vargas Lamadrid, un “proceso de refundación de la Universidad
basado en la premisa: “La Autónoma que el Caribe necesita”, para continuar con
la formación de los profesionales e impactar en el desarrollo de la región, el
país y el mundo”, de acuerdo a la historia de esta apreciada institución que
está en su página web. Posteriormente, en el 2014, a través de un ejercicio
colectivo de redireccionamiento estratégico, se propuso trabajar en el
desarrollo de la Universidad Autónoma del Caribe como una universidad de
docencia con énfasis en investigación.
El Festival de la
Leyenda Vallenata
El
Festival de la Leyenda Vallenata celebró los 50 años del 26 al 30 de abril de
2017. El primer festival se realizó en abril de 1968, lo cual haría pensar que
su medio siglo se cumpliría en 2018; no obstante, hay unas circunstancias que
rodean el inicio de este evento cultural y lo relacionan con 1967. “García
Márquez (un poco como su personaje Aureliano Segundo de la novela que en ese
momento escribía) organizó un festival de música vallenata con la colaboración
y en honor de su amigo, el compositor Rafael Escalona (‘el sobrino del
obispo’), quien participó con su propio conjunto encabezado por un mago del
acordeón, Nicolás Colacho Mendoza. Al evento, que duró más de diez horas
continuas, entre el 17 y el 18 de marzo, concurrieron delegaciones de Barranquilla,
Cartagena, Santa marta, Ciénaga, Fundación, Valledupar y otras poblaciones
cercanas de la costa caribe colombiana. Fue el primero de su género realizado
en el país y constituyó un acontecimiento excepcional”, escribió Eligio García
Márquez en su libro Tras las claves de
Melquiades. Historia de Cien años de soledad. El hecho musical se llevó a
cabo en Aracataca en 1966.
Hay
quienes catalogan ese como el primer festival vallenato, aunque se haya
realizado fuera de Valledupar; sin embargo, el propio Gabriel García Márquez
sale al paso a estas conjeturas, en un texto que él publicó el 22 de junio de
1983 en el diario El País, de España, titulada Valledupar, la parranda del siglo: “Aquella pachanga de Aracataca
no fue el primer festival de la música vallenata -como ahora pretenden algunos-
ni quienes la promovimos sin saber muy bien lo que hacíamos podemos
considerarnos como sus fundadores. Pero tuvimos la buena suerte de que les
inspirara a la gente de Valledupar la buena idea de crear los festivales de la
leyenda vallenata. Así fue, y en 1967 se llevó a cabo el primero, con todas las
de la ley, y en la ciudad de Valledupar, que es la sede natural por derecho
propio”. Sobre si 1967 fue o no el inicio del festival de Valledupar, lo aclara
Diana Molina, la nieta mayor de Consuelo Araújo Noguera, en un artículo que
publicó en la revista Semana el 26 de abril de 2017: “Corría el año 1967. Una
tarde de suave brisa y de tinto caliente, en el patio de una casona del viejo
Valle, él (Alfonso López Michelsen, entonces Gobernador del Departamento del
Cesar) reunió a sus amigos, la periodista y escritora Consuelo Araújo Noguera,
y el compositor Rafael Escalona Martínez, para cimentar lo que hoy es nuestro
acervo cultural (…). En febrero de 1968 se inició la tarea para organizar el
primer festival”.
Cien
años de soledad
El
30 de mayo de 1967 salió de imprenta Cien
años de soledad. “Seis días después –el 5 de junio de 1967, exactamente-,
salió al mercado en las librerías y quioscos de revistas y periódicos de la
capital argentina”, escribe Eligio García Márquez en sus claves de Melquiades.
El mismo Gabriel García Márquez cataloga su novela como un vallenato de 350
páginas. El festival.
El
festival vallenato que había realizado García Márquez en Aracataca se vio
reflejado en las parrandas de Aureliano Segundo en la novela: “Aureliano
Segundo llegó a ser un virtuoso del acordeón y siguió siéndolo después de que
se casó y tuvo hijos y fue uno de los hombres más respetados de Macondo”; “Aureliano
Segundo amaneció con el humor rebosado, apareció con un cajón de dinero, una
lata de engrudo y una brocha, y cantando a voz en cuello las viejas canciones
de Francisco el Hombre”; “Aureliano Segundo no desperdició la ocasión de
festejar a los primos con una estruendosa parranda de champaña y acordeón, que
se interpretó como un atrasado ajuste de cuentas con el carnaval malogrado por
el jubileo”; “No bien se habían enfriado los cuerpos de los Aurelianos en sus
tumbas, y ya Aureliano Segundo tenía otra vez la casa prendida, llena de
borrachos que tocaban el acordeón y se ensopaban en champaña, como si no
hubieran muerto cristianos sino perros, y como si aquella casa de locos que
tantos dolores de cabeza y tantos animalitos de caramelo había costado,
estuviera predestinada a convertirse en un basurero de perdición”.
Pero
donde más se nota la anécdota del festival vallenato de Gabo en su pueblo, es
en la fiesta de la boda de Aureliano Segundo: “Aureliano Segundo fue a buscarla
a la distante ciudad donde vivía con su padre, y se casó con ella en Macondo,
en una fragorosa parranda de veinte días”; “Petra Cotes, sin perder un solo instante su magnífico
dominio de fiera en reposo, oyó la música y los cohetes de la boda, el alocado
bullicio de la parranda pública, como si todo eso no fuera más que una nueva
travesura de Aureliano Segundo”; “Aureliano Segundo, convencido de que el
tiempo echaría por tierra aquella alambrada hostil, prolongó la fiesta de la
boda más allá del término previsto. Agotada de tanto mandar al basurero
botellas vacías de brandy y champaña para que no congestionaran la casa, y al
mismo tiempo intrigada de que los recién casados durmieran a horas distintas y
en habitaciones separadas mientras continuaban los cohetes y la música y los
sacrificios de reses, Úrsula recordó su propia experiencia”.
De
los tres grandes hechos culturales que se dieron en 1967 para engrandecer el
saber en la costa Caribe colombiana, dos están íntimamente relacionados: el
Festival de la Leyenda Vallenata y la publicación de Cien años de soledad. El
otro hecho, el nacimiento de la Universidad Autónoma del Caribe, ha significado
la redención para miles de jóvenes, que no solo han podido lucir con orgullo,
en las paredes de sus casas, el diploma que los acredita como profesionales,
sino que, además, ellos mismos se han convertido en redentores para la región
al poner sus conocimientos al servicio de la comunidad que los parió.
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