Por
John Acosta
Las
dos veces que intenté ejercer el periodismo, me tocó retirarme de los medios
antes de los seis meses por desacuerdo en el manejo político de los
mismos. La primera vez fue en el diario
regional de la costa Caribe colombiana, El Heraldo, de Barranquilla; la segunda
vez fue en otro diario regional, esta vez en el llamado Eje Cafetero, un
triángulo de tres departamentos enclavados en los Andes colombianos. Una
tercera vez intenté ingresar al diario nacional El Tiempo, a través de una ex
compañera mía de la universidad que laboraba allí y que, después de algún
período de haberse llevado mi 'currículum vitae' para ingresarlo
en ese periódico, me dijo una vez con cara de tristeza: “El editor me comentó
que no se pudo dizque porque los Santos (familia que en ese entonces era dueña
del matutino) eran racistas”; sin duda, fui víctima de esa rara costumbre
nuestra de pegar la foto tipo pasaporte en la hoja de vida.
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Pedro Martín-Leyes |
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Gustavo Bell Lemus |
Lo
de El Heraldo lo he contado otras veces, pero no está de más repetirlo.
Resulta que yo cubría allá la página política, junto con dos compañeros más. Corría el año de 1991. Y en mi país se llevaba a cabo la primera elección popular de gobernadores, quienes antes eran designados por el presidente de la República. En el departamento del Atlántico, el más desarrollado del Caribe colombiano, se originó una terrible lucha entre los dos candidatos con mayores posibilidades de resultar elegidos: Pedro Martín Leyes y Gustavo Bell Lemus.
Resulta que yo cubría allá la página política, junto con dos compañeros más. Corría el año de 1991. Y en mi país se llevaba a cabo la primera elección popular de gobernadores, quienes antes eran designados por el presidente de la República. En el departamento del Atlántico, el más desarrollado del Caribe colombiano, se originó una terrible lucha entre los dos candidatos con mayores posibilidades de resultar elegidos: Pedro Martín Leyes y Gustavo Bell Lemus.