Por
John Acosta
Acabo de recibir la enésima
llamada de Telefónica Movistar para decirme la mentira de siempre: que mañana
sí es seguro que me instalarán los tres servicios que les solicité hace ya más
de 25 días; esto es internet, televisión y telefonía fija. Mi viacrucis con ellos, inició
el pasado 18 de enero (ya hoy estamos a 13 de febrero), cuando fui con mi
señora a una de las sedes que esta prestadora de servicios públicos tiene en la
ciudad, a pedir que nos hicieran el traslado de estos productos, que veníamos
disfrutando con ellos desde hace unos cuatro años, a la nueva casa que adquirió
nuestra familia. Como el valor del traslado era muy alto, le dijimos a la
funcionaria, que nos atendió en ese entonces, que cancelábamos el contrato y
nos íbamos para otro operador. Hábilmente, la amable chica nos convenció de que
podíamos contratar nuevamente con ellos, pero a nombre de otra persona. Así lo
hicimos: como el anterior lo tenía mi señora, este quedó a nombre mío. “En,
máximo, tres días le instalamos sus servicios”, me dijo, sonriente, la chica.
Casi un mes después de aquella promesa, seguimos a la espera de que se cumpla.
La penúltima llamada de Telefónica Movistar la recibí el pasado jueves en la mañana. “Este sábado, de
8:00 am a 12 m, pasarán nuestros operadores a su casa a instalarle los tres
servicios que solicitó”, me dijo, como siempre, la amable voz y me hizo
confirmarle, una vez más, la dirección de mi residencia. Yo, por supuesto, no
les creí, pero, al contárselos a mis pequeñas hijas, ellas se pusieron felices,
pues podrían ver televisión y jugar en internet, durante los cuatro días de
vacaciones que les dieron en el colegio por carnaval. Ya hoy es miércoles de
ceniza y nada.
En el transcurso de estos 25
días, mi señora y yo hemos ido unas cinco veces a la misma sede de Telefónica Movistar para insistir en la instalación y nos responden lo mismo: no debe
demorar nada porque aquí en pantalla aparece que la orden ya está en la calle. “De
todas formas, voy a enviarle un correo a mi jefe para que ayude a agilizar su
solicitud”, remata siempre la chica que nos atiende. Lo evidente es que o la
jefa no hace nada cuando recibe el correo o tampoco a ella le hacen caso.
Cada vez que vamos a la
oficina de Telefónica Movistar , recibimos una llamada de Bogotá dizque para
verificar la solicitud. ¿Nombre? ¿Dirección? ¿Fecha de nacimiento? En fin.
Pacientemente, respondo uno a uno los requerimientos de la voz femenina con
dicción andina y, al final, le digo que ya es la enésima vez que suministro los
mismos datos. “No se preocupe, ya le coloco una nota de urgencia para que
atiendan rápido su pedido. Pronto recibirá la llamada de nuestro técnico en
Barranquilla”, remata la cachaca (así llamamos en el Caribe colombiano a los que no son de estas tierras costeñas).
Acabo de recibir la más
reciente llamada de una voz femenina costeña, que, supongo, es de la oficina
del técnico. Después del anuncio de que mañana me instalarán los tres
servicios, le digo lo de siempre: que si no he buscado otro operador es para
ver hasta dónde llega la desfachatez de Telefónica Movistar . La mujer,
impávida, me responde lo que me han respondido en estos 25 días: “le repito que
mañana le instalamos el servicio”.
Debo decir que, además, desde hace cinco años, tengo un número celular post pago con Telefónica Movistar . La última factura de este producto se me
venció el pasado 24 de enero, seis días después de haber solicitado la
instalación de los otros tres servicios. Por esas cuestiones inexplicables del
destino, que no tienen nada que ver con la irresponsabilidad con que este
operador ha actuado en relación a mi caso denunciado en este texto, no pagué la
factura sino hasta los primeros días de febrero. Consecuencia: ya aparezco en
las centrales de riesgo como una persona no digna de confianza para acceder a
un préstamo bancario. Ojalá, la misma diligencia que Telefónica Movistar se imprime
a sí misma para denunciar a sus clientes morosos, la utilice también para
cumplir sus compromisos adquiridos con los mismos clientes.
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