Por
John Acosta
Miguel Mejía Bedoya llegó a la
oficina con su hoja de vida y la impresión inmediata que dejó, apenas lo vi, es
que era buena gente. Ese día tenía una camisa mangalarga por fuera de su
pantalón morado ajustado a su cuerpo y su larga cola de caballo en la cabeza.
Me cayó bien, pero, en ese momento, no había vacante, pues ya teníamos la
profesora de teatro. De todas maneras, me quedé con su currículo. Al semestre
siguiente, tuvimos la forma de darle la oportunidad, no por horas, sino mucho
mejor para él: como profesor de tiempo completo.
Así entró al Departamento de
Humanidades de la Universidad Autónoma del Caribe. Facilitaba el curso de
Literatura. Tenía estudios de doctorado
en dos disciplinas, pero no había obtenido el título en ninguno porque estaba
en los procesos de tesis. Además, cursaba una maestría en Cooperación
Internacional para el Desarrollo, en Cartagena. Viajaba todos los fines de
semana a la Heroica a cumplir con esta responsabilidad.