22 nov 2018

Fiscalía ante Uniautónoma: ¡por fin, San Juan agachó el dedo!





























Por John Acosta @Joacoro

Hubo júbilo casi total (todavía falta que caiga el jefe) entre los empleados porque, por fin, la Fiscalía General de la Nación se dignó a proceder para empezar hacer justicia frente a la empresa criminal que atentó vilmente contra el bienestar económico, social, familiar, personal y reputacional de más de 1.200 empleados, de más de 10.000 estudiantes y de más de 50.000 egresados. La captura de implicados en el peor desfalco cometido contra la Universidad Autónoma del Caribe hizo de ayer (21 de noviembre de 2018) otro día histórico para esta querida institución de educación superior. El atentado fue de tal magnitud que muchas de las heridas físicas y espirituales aún siguen abiertas. A pesar de la sal que cae, a veces, sobre las llagas lacerantes, derramada con sorna por malintencionados que quieren pescar en río revuelto, no deja de ser un paliativo importante que las autoridades competentes hayan decidido, después de tanto titubeo, agarrar el toro por los cachos.


He escrito y publicado en este blog tres artículos en los que denuncio la parsimonia de la Fiscalía General en dar resultados contundentes frente a este reprochable hecho. Y en una docena más, he dedicado uno o dos párrafos para exigir pronta reacción de todos los organismos del Estado ante lo que considerábamos ya una larga e injustificable impunidad. En ambos casos, tanto en los tres textos directos como en la docena restante, instaba, además, a los entes competentes que gestionaran ante el Fiscal Néstor Humberto Martínez Neira la agilización en este proceso, pues ya teníamos suficiente con la pesada carga del estado de postración en que nos dejó la empresa criminal, como para seguir soportando, además, el lastre de ver gozar, con la mayor desfachatez, el dinero que nos robaron, sin que nadie les hiciera pagar su atroz ilícito.

Le puede interesar:





El colectivo general de trabajadores de la Universidad Autónoma del Caribe tenemos bien claro quiénes fueron los protagonistas del desfalco. Sabemos quiénes son las cabezas que urdieron y ejecutaron la agonía lenta y prolongada que nos hicieron padecer: las identificamos claramente entre quienes llegaron nuevos a ocupar los más altos cargos. No tenemos certeza hasta qué punto los viejos altos directivos participaron en la planeación o ejecución u omisión de este hecho abominable: corresponde a la Fiscalía General determinar, dentro de su resorte, quiénes ayudaron y hasta qué medida. Por eso, ver la fotografía que se viralizó en las redes con los nueve capturados y reconocer en sus rostros compungidos a los que uno tiene certeza de que cometieron delito, da un aire de frescura: parodiando el dicho, San Juan agachó el dedo en este caso; no obstante, al ver a personas que uno lleva muchos años topándose en los pasillos de la universidad, como el doctor Orlando Saavedra, no puede uno evitar que se le arrugue un poco el alma, sobre todo, por su ancianidad: al menos, a quien escribe este texto, sí. Lo he confesado a muchos compañeros y algunos sienten lo mismo que yo; otros, sin embargo, no están de acuerdo. “Que la pague”, me dicen.

Tengo hijos. Los quiero con el alma y, entre muchos otros motivos, por la reputación de ellos, soy incapaz de cometer un ilícito. Prefiero que ellos crezcan con la madurez que da llevar una vida con las prohibiciones materiales, pero con la frente en alto porque lo que tienen y de lo que gozan es adquirido con honradez; de hecho, las carencias de los míos se quintuplicaron en la época difícil de la administración de Ramsés Vargas. Eso es infinitamente mejor a que se levanten en medio de una opulencia adquirida con delito porque, entre muchas otras cosas, siempre estará la posibilidad de que se descubra la procedencia ilegal de la fortuna y el escarnio público a que serán sometidos estará constante como una espada de Damocles, pendiendo sobre la reputación de la familia. Por eso, no puedo evitar pensar en los hijos de los capturados ayer y en los del prófugo Ramsés Vargas. Varias veces he sostenido en estas páginas que no me he podido explicar cómo un corrupto puede ver a la cara a sus hijos. Tengo la enorme satisfacción de contar con el legado impecable de la memoria inmaculada de mi padre fallecido. He seguido con orgullo su digno ejemplo. Y agradezco a mi Dios que me haya permitido imitarlo para que mis hijos pueden llevar su pobreza material con la misma pulcritud con que he llevado yo mi orfandad.

Le puede interesar:



Ramsés Jonás Vargas, ex rector
Silvia Beatriz Guette, ex rectora
Sé que al enfrentarse a seres como Silvia Gette y Ramsés Vargas se corre el riesgo ineludible de la reacción de ellos, que será tratar de enlodar a quienes los atacan, usando  la artillería barata que disparan los esbirros que ella y él tienen agazapados en la Universidad que ambos deshonraron, en algunos medios de comunicación y en algunas organizaciones sindicales. Hace tiempos decidí correr ese peligro y, por supuesto, los ataques llegan cada determinado tiempo, dependiendo del momento oportuno. Afortunadamente, mis amigos y mi familia conocen la nobleza de mi estirpe y no prestan atención a esa pólvora mojada: es lo único que me interesa; del resto, se encargará el destino y la justicia divina, en la que creo.

Le puede interesar:



Néstor Humberto Martínez Neira,
fiscal general de la nación
Señor fiscal Néstor Humberto Martínez: aunque muy demorado, gracias por no dejarme cumplir la promesa que le había hecho a mi señora y a mis hijas: si me llegara a encontrar a Ramsés Vargas en la calle, le doy el celular a alguien para que me grabara las verdades que le iba a gritar en la calle porque si la justicia no lo condenaba, había que hacerle sentir, por lo menos, el peso de la sanción social. Ahora resta decomisarles lo adquirido ilegalmente para resarcirnos a quienes todavía no hemos podido ponernos al día con las acreencias que nos dejó el desfalco de que fue víctima la Universidad Autónoma del Caribe.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Muchas gracias por su amable lectura; por favor, denos su opinión sobre el texto que acaba de leer. Muy amable de su parte