Por Linda Esperanza Aragón
La realidad que experimentan Colombia y Venezuela está
atiborrada de tensiones y lesiones. Lo que viven, parece un principio de
incertidumbre que trasciende hacia una coyuntura caótica. Si bien, las
fronteras son las cicatrices del mundo, hoy por hoy el límite colombo –
venezolano es una cicatriz abierta que sangra. La cruda decisión de Maduro de
cerrarle el paso a nuestro país, promovió al derrumbe de las aspiraciones de
los colombianos que fueron deportados. Van 800 expulsados. Algunos padres son
separados de sus hijos. El abandono de las casas debe ser volátil. Lo que
pueden tomar estas personas son cosas que les permitan correr y darse prisa.