Por
John Acosta
Lo confieso: al entrar al Súper
Almacén Olímpica (Sao) de la calle 93, ya no nos acordábamos del partido: mi
señora tenía que realizar unas compras urgentes para resolver el asunto
alimentario de la noche que se acercaba y mi amigo Jorge debía adquirir el
equipo electrónico de moda que le ayudara a sobrellevar su soltería renuente.
De modo que cuando Jorge y yo subimos al segundo piso, nos encontramos con la
agradable sorpresa de que los clientes, amontonados frente al televisor,
festejaban alegres el gol del empate que Uniautónoma FC acababa de meterle al Deportes Tolima. Para nosotros, era doble alegría: por un lado, igualaba el combinado
nuestro y, por el otro, lo disfrutaban los compradores de un hipermercado, cuyo
máximo accionista, no solo era dueño del otro equipo de la ciudad, sino que,
además, había puesto en serio riesgo la sede local del conjunto universitario. (Haga click aquí para leer una crítica por la demora en otorgar el aval)