Recuerdo mis prevenciones
iniciales cuando se formó el Sindicato de Trabajadores de la Universidad
Autónoma del Caribe, Sintrauac: la mayoría de sus fundadores eran cercanos o a la
entonces rectora en la cárcel Silvia Guette Ponce o a algunos de los acólitos preferidos
de la ahora ex rectora. “En honor a la verdad, el único que me inspira
confianza es usted, viejo Segi”, le concluí a un compañero, en una reunión de
profesores del programa de Comunicación Social-Periodismo de nuestra
universidad. Me refería al docente Segismundo, mi compañero de trabajo en este
prestigioso programa, a quien conocía de cerca y desde hacía muchos años. No
podía entender, entonces, cómo un grupo de amigos de parrandas de algunos de
los sacristanes más fieles a Silvia Guette formaban, de repente, un sindicato,
justo cuando ella estaba en la cárcel. El viejo Segi, como le decimos por
cariño, era el único que le escuché, desde siempre, su independencia frente al
poder omnímodo de Guette Ponce.