20 oct 2011

Primo, préstame pa’l bus

Por John Acosta

Lo que más odió en su niñez fue lo que más tarde le dio para pagar su primer semestre en la universidad: la lectura. Y la detestó porque, desde el principio, lo suyo fueron los números y no las letras: cuando del corregimiento de Tigreras se fue para Riohacha a hacer su segundo de primaria, Alifredis Flórez López no sabía leer. En cambio, nadie le ganaba en suma, resta, multiplicación y división, las cuatro operaciones básicas de las matemáticas. Pero eso no le bastaba para enfrentarse al difícil mundo de la escolaridad de entonces.

El señor José, su padre, lo llevaba todos los lunes en la mañana a la casa de la abuela, en Riohacha, refundido entre las tinas de leche que el papá iba a vender a la capital de La Guajira, en la vieja camioneta de placas venezolanas. Y regresaba a Tigreras los viernes en la tarde, entre las canecas vacías, a someterse al suplicio de las lecciones que la señora Avis, su madre, le daba en la cartilla abecedario: fueron los peores fines de semana de su vida, donde el único respiro eran los cortos ratos en que se escapaba a jugar con los amiguitos del pueblo y sus cinco hermanos.


Valió la pena el esfuerzo. Y el interés de la señora Avis, que no perdía oportunidad de viajar en el carro lechero con su marido para reforzar en Riohacha las lecciones de lectura de su hijo. Leer era lo único que le faltaba a Alifredis para ser un buen alumno. Y gracias al empeño de su madre, el muchacho ocupó, desde entonces, el primer puesto de su curso: siempre se ganó la matrícula de honor. En tercero de bachillerato se acabaron los viajes a Tigreras durante los fines de semana: sus papás decidieron irse a vivir a Riohacha.

Alifredis Flórez se graduó en 1986, con la misma desilusión de la mayoría de los buenos bachilleres: con un puntaje aceptable en las pruebas del Estado, pero bastante alejado del que se esperaba. No se amilanó. Su sueño era estudiar una carrera donde pudiera explotar su facilidad con los números. Debía ser en Medellín porque allá podía vivir en la casa de una amiga de la familia sin que le costara el dinero que no tenía. Viajó a la ciudad antioqueña con la ilusión de estudiar Ingeniería de Petróleo en la Universidad Nacional, pero cuando llegó ya se habían cerrado las inscripciones. Pasó en Ingeniería Eléctrica en la Universidad de Antioquia. Tampoco pudo estudiar: una huelga prolongada lo obligó a regresar a su tierra porque ya se le había acabado la plata que su papá obtuvo con la venta del carro lechero para dársela.

En Riohacha se encontró con una realidad aterradora: el señor José estaba sin trabajo y en la casa comían sólo con lo que ganaba la señora Avis, vendiendo libros del Círculo de Lectores. Peor aún: Alifredis llegó con la intención de estudiar en la universidad privada más cara de Barranquilla porque, en ese entonces, era la única en la Costa con Ingeniería Eléctrica. No tuvo más remedio: se puso a vender lo que más odió en su niñez, la lectura. Y en ese deambular por la península llevando qué leer a los guajiros, se enteró de lo que podía ser la salvación de su carrera; existía un fondo educativo, creado por las empresas carboneras Carbocol e Intercor, que ayudaba a los bachilleres del departamento a hacerles realidad el sueño de ser profesional.

Mientras se abrazaba al sol guajiro con su maletín de libros en el hombro, Alifredis hizo las diligencias en el Programa Educativo. De nuevo, su amor por los números le permitieron pasar en la universidad más cara de la Costa. Era el año 1988, y el valor de su primer semestre era de 86 mil pesos. El Fondo del Programa Educativo todavía no le había aprobado la ayuda. Y lo poco que había ahorrado con la venta de libros no le alcanzaba. Completó el dinero con lo que le pagaron por la vaca que su tío Chente Flórez le regaló para que estudiara.

En Barranquilla consiguió una pensión barata, en donde tuvieron que soportarle las mensualidades atrasadas de ese primer semestre de desvelos. Su primo Ubiet López, que vivía en el mismo edificio, ya sabía a qué llegaba Alifredis a visitarlo: a pedirle prestado para la buseta porque no tenía el pasaje para ir a la universidad. Cuando llegó a su tierra a pasar las primeras vacaciones, los familiares de Camarones y Tigreras no pudieron creerlo: Alifredis estaba en los meros huesos. Entonces, le embutían toda la comida posible con un solo objetivo: "Pa' que mates el hambre vieja que traes de Barranquilla".

Hasta que para el segundo semestre le salió, por fin, lo que esperaba con ansia de loco: le aprobaron la ayuda. Desde entonces, nunca más tuvo que desvelarse noches enteras, revolcándose desesperado en la cama, pensando qué iba a comer al día siguiente o con qué cuento nuevo le iba salir a la dueña de la pensión, sin escuchar más ruidos en el silencio sepulcral de la noche que el crujir de sus tripas hambrientas. Ya no tenía de qué preocuparse: tenía dinero suficiente para dedicarse a estudiar su carrera con la tranquilidad que Dios manda.

Ahora, desde su escritorio de Jefe del Departamento de Mantenimiento de Líneas de Redes, de la Electrificadora de La Guajira, trata de aplicar una de las frases célebres con que Gabriel García Márquez adornó a El amor en los tiempos del cólera: "La memoria del corazón elimina los malos recuerdos y magnifica los buenos; gracias a este artificio, podemos sobrellevar el pasado". Y entre las imágenes de los buenos recuerdos de Alifredis Flórez López está la de Liliana, la novia que conoció en su época de estudiante y con la que se va a casar en marzo del año entrante.
Publicado en la revista Rumbo Norte, número 21, diciembre de 1996

2 comentarios:

  1. GISSELL RAMOS CONDE9:02 a.m., mayo 21, 2019

    En esta entrevista creativa podemos ver un joven llamado Alifredis Flórez López que no sabía leer en cambio, nadie le ganaba en los números, era el mejor. La señora Avís su madre siempre con mucho esfuerzo le daba lecciones de lectura a su hijo para que así fuera el mejor alumno de la clase Y así fue por ende, siempre gano matricula de honor. El sueño de Alifredis era estudiar una carrera donde mostrará todo su potencial con los números, viajó a La Ciudad de Medellín para estudiar ingeniería de petróleo pero no logró entrar porque ya la inscripciones habían terminado, luego quiso estudiar ingeniería eléctrica en la universidad más cara de Barranquilla pero no tenía la plata para poder inscribirse y decidió vender lo que tanto odio la lectura,con una cantidad de libros en el hombre por toda la guajira. Después de todo esto decidió pedir una ayuda a la universidad para que lo ayudaran porque no podía conseguir toda esa plata. Alifredis tenía un primo que vivía en su mismo edificio y siempre iba a pedirle para el bus para poder ir que la universidad y luego lo que espero con ansia de loco por fin le salió le dieron la ayuda, ya iba a comer tranquilo sin pensar en que hacer para conseguir dinero, ahora trabaja como efe del departamento de mantenimiento de líneas de redes, de la electrifica-dora de la guajira.

    Me pareció una muy buena entrevista, Alifredis es un ejemplo a seguir para todos ya que nunca se rindió, el quería estudiar en lo que sabía desempeñarse perfectamente, y nunca desfalleció, sus padres siempre estuvieron apoyándolo,siempre lucho a pesar de que no tenía la ayuda necesaria ni el dinero, a pesar de que la vida nos niegue muchas veces las cosas uno debe estar allí, luchando por lo que se quiere.

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  2. RESUMEN
    Alifredis Flórez López, odiaba la lectura y era muy bueno en matemáticas, nadie le ganaba en estas, sin embargo, eso que más odiaba en su niñez, fue lo que le dio para pagar su primer semestre de la Universidad. Cuando se fue del corregimiento de Trigreras para Riohacha, no sabía leer. Nadie le ganaba en las cuatro operaciones básicas de las matemáticas, pero, no era suficiente para enfrentarse a la vida escolar. José, su padre, lo llevaba cada mañana de los lunes donde su abuela, en la camioneta de su papá, junto a las tinas de leche que el papá vendía en Riohacha y regresaban ya el viernes con todo vacío, para luego someterse, a las lecciones del abecedario que le daba su señora madre, Avis. Apesar de ser sus peores fines de semana, se estaba a jugar con sus amigos y sus cinco hermanos. Era tanto el interés de la señora Avis, que cada oportunidad que tenía de viajar para reforzar las lecturas de su hijo, no las desaprovechaba, ya que esto era lo único que le faltaba para ser un buen alumno. Gracias al esfuerzo y empeño de su madre, pido graduarse con honores en 1986, desilusionado por un puntaje aceptable en las pruebas del Estado, pero no fue razón para tener miedo. Su sueño, era estudiar algo que explotara la facilidad que tenía para los números. Viajó a Medellín, ilusionado de estudiar Ingeniería de Petróleo, en la Universidad Nacional, sin embargo, cuando llegó ya habían cerrado las inscripciones. Pasó en Ingeniería Eléctrica, en la Universidad de Antioquia, pero le tocó regresarse a su tierra debido a huelgas. Cuando llegó a Riohacha, su padre se encontraba sin trabajo, y solo sobrevivían con lo que ganaba su madre. Pero todo eso no fue obstáculo para que dejara en pensar estudiar, para esto, tuvo que vender lo que más odiaba, la lectura. Su amor por los números le permitieron pasar en la Universidad más cara de la Costa. En 1988, el valor del semestre era de 86 mil pesos, con lo que había ahorrado de las ventas de libro no le alcanzaba, completó con la venta de una vaca que le regaló su tío, Chente Flórez. Su primo, Ubieto López, vivía en el mismo edificio que él, ya sabía que cuando Alifredis lo iba a visitar, era para pedirle prestado para las busetas. En el segundo semestre, por fin le salió la aprobación de la ayuda, más nunca tuvo que desvelarse pensando en que iría a comer, ya no tenía preocupaciones. Ahora, es jefe del Departamento de mantenimiento de líneas de redes, de la electrificadora de La Guajira.

    OPINIÓN
    Me gusta esta entrevista creativa, porque guarda el sentimiento de muchas personas, que tiene incansables luchas a lo largo de su vida, para poder lograr sus objetivos, este es un claro ejemplo de la voluntad de superación, ejemplo también de las personas Guajiras, que siempre tienen a salir adelante, demostrando la casta, para sacar adelante a su familia, sin duda muestra la gallardía de nosotros los guajiros con la que los enfrentamos día a día en las diferentes situaciones que se nos presentan en la vida.

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